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Channel: ARTÍCULOS, RESEÑAS LITERARIAS Y EXCURSIONES Carlos Bravo Suárez
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COCAÍNA

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Cocaína”. Daniel Sánchez. Galaxia Gutenberg. 2016. 190 páginas.

“Cocaína”, de Daniel Jiménez (Madrid, 1981), ganó el último Premio Dos Passos a la mejor primera novela de un escritor español. Según él mismo cuenta en su libro, Jiménez había escrito antes dos novelas que no había podido publicar, una veintena de cuentos, más de cien artículos sobre literatura y muchas reseñas de libros. La mayor recompensa por ganar el citado premio ha sido la publicación de “Cocaína” por Galaxia Gutenberg.

“Cocaína” se inscribe dentro de la denominada autoficción. Un género narrativo cada vez más frecuente, siempre próximo a la autobiografía pero dejando una puerta abierta, del todo o en parte, a la invención novelesca. El protagonista de la novela es un escritor de treinta años, llamado Daniel como el autor y, como él, escritor que no ha alcanzado todavía el éxito. Que narra en primera persona o en segunda del singular, dialogando o dirigiéndose a sí mismo en un desdoblamiento literario más o menos eficaz. Daniel centra su relato en las que él considera sus dos grandes adicciones: la muy peligrosa, evidente y falsamente estimulante, a la cocaína y la hasta ahora frustrante y aparentemente inútil a la escritura y la literatura: “De lo único que no has podido librarte es de la adicción a la cocaína como método de supervivencia ni de la adicción a la escritura como única vía de escape. Pero lo intentas, intentas librarte de ambas adicciones a diario, intentas con todas tus fuerzas dejar de esnifar esa sustancia que tu camello asegura que es cocaína aunque tú nunca has podido comprobarlo, e intentas dejar de escribir porque está claro que la literatura no sirve para nada y está claro que a nadie le importa, ni siquiera a ti. De lo único que no podrás librarte jamás, para tu desgracia, es de ti mismo”.

La novela está escrita también a modo de diario personal del narrador. Un diario fechado que abarca un año completo, el 2013, de Nochevieja a Nochevieja. Daniel se muestra como un personaje solitario, pesimista, nihilista, depresivo, sin esperanzas ni ilusión por nada ni por nadie. Él es un fracaso porque el país en que vive, “país de mierda”, también lo es. Su situación económica se hace, además, cada vez más precaria porque todo se lo gasta en cocaína. Su hermana se suicidó y él coquetea con esa solución, pero no se atreve a adoptarla para acabar con su vacío existencial. La persona con la que Daniel tiene una comunicación más constante y prolongada es su camello, con quien cruza siempre la misma frase como una agónica letanía. También, de vez en cuando, sale con alguna mujer. Una de ellas es la psicóloga que trata su adicción con frases cursis a lo Paulo Coelho.

Antes de su adicción depresiva y solitaria, Daniel ha pasado por todas las modas sucesivas: “Fuiste pijo cuando no había otro remedio, te hiciste rastas cuando la globalización era el enemigo, quisiste ser bohemio cuando leíste unos cuantos libros malos que prometían ser buenos. Te dejaste flequillo y no te perdiste ningún festival veraniego, te pusiste boina y no te perdiste ningún encuentro poético de postín, te afeitaste la cabeza y dijiste unas cuantas barbaridades sobre el holocausto y el conflicto palestino-israelí”. Después, llegaron el vacío, la abulia, el cansancio de todo y la cocaína.

Hay muchas referencias a escritores en esta novela. A los que el autor admira (Bryce Echenique, Dostoyevski, Hamsum, Castellano Moya y, por encima de todos, Roberto Bolaño), a otros jóvenes que fueron en su momento una revelación (José Ángel Mañas, Alberto Olmos, Ray Loriga, Agustín Fernández Mallo) o al que siempre denomina como el tirano SotoIvars, a quien envía sus textos por e-mail para ver si consigue publicarlos. De todas maneras, sobre los escritores y su manera de ser tal vez sea ilustrativa esta cita de David Foster Wallace que encabeza un capítulo del libro: “Todos los escritores quieren que todo el mundo les quiera. Pero la verdad es que todos estamos terriblemente solos”.

“Cocaína” es una novela bien escrita, con muchas frases redondas e ingeniosas, en cierto modo valiente por desnudar sin complejos una adicción devastadora, pero como relato, al menos en mi opinión, no seduce lo suficiente, tal vez porque el autor narrador se mira demasiado el ombligo y se recrea En exceso en su nihilismo. De todas maneras, la alternativa a todo ello (adicción, nihilismo y completa abulia) no parece ser otra que la de convertirse en una persona normal y corriente, del montón, un don nadie, y eso, para Daniel, tal vez no sea una cosa demasiado fácil de soportar.

Carlos Bravo Suárez

PECADO

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“Pecado”. Laura Restrepo. Alfaguara. 2016. 350 páginas.

Laura Restrepo (Bogota, 1950) es una de las voces más destacadas de la narrativa latinoamericana actual. Además de algunos ensayos sobre la realidad política de su país, la periodista y escritora colombiana, que actualmente reside en España, es autora de una decena de novelas, entre las que destaca “Delirio”, con la que en 2004 ganó el prestigioso Premio Alfaguara. Tras su anterior “Hot sur”, publicado en 2012, Restrepo ha editado este año su nuevo libro “Pecado” que, aunque puede leerse como un conjunto de relatos casi independientes, su autora insiste en que debemos considerar como una novela.

“Pecado” está compuesta por ocho narraciones cuyo punto de conexión es la aparición en todas ellas, de una manera más o menos explícita, de alguna referencia al cuadro “El jardín de las delicias”, de cuyo autor, Hieronymus Bosch, más conocido como el Bosco, se celebra este año el quinto centenario de su muerte. La escritora colombiana se confiesa gran admiradora de esta destacada pintura, que ha contemplado detenidamente en sus numerosas visitas al Museo del Prado en Madrid y que le ha servido como inspiración e hilo conductor de su nuevo libro. Incluso, estableciendo un cierto paralelismo con la estructura del famoso cuadro, el relato “Peccata mundi” se divide en dos partes, abriendo y cerrando la novela, al modo de las dos tablas laterales que pueden cerrarse sobre la central del enigmático tríptico del gran pintor holandés.

Los relatos que componen la novela están protagonizados por diferentes personajes que cometen algún tipo de transgresión, que podemos identificar con lo que (con una vara de medir históricamente religiosa, ética o moral) hemos venido en considerar como pecados. En “Peccata mundi”, primer y último relato del libro, encontramos al propio rey Felipe II que tiene al cuadro del Bosco como brújula, hoja de ruta o mapa que le sirva de guía para gobernar su inabarcable y casi infinito reino. “Las Susanas en su paraíso” es un relato de soberbia ligada a la superioridad de clase social de unas mujeres blancas que veranean en un pueblo de pescadores negros, con uno de los cuales una de ellas vive un breve escarceo amoroso. “La promesa” cuenta una escabrosa historia de incesto entre una niña y su padre, aunque la joven logra sorprendentemente salir indemne de la aventura y dominar la situación y sus emociones, al principio desbordadas sin control. “Lindo y malo, ese muñeco” está protagonizado por un joven sicario de Medellín, al que todos conocen como el Arcángel, que se convierte en un frío y despiadado delincuente que mantiene a su madre y hermanos con el dinero de sus robos y fechorías. En “Olor a rosas invisibles”, un hombre maduro, y socialmente bien situado, recibe la llamada de un antiguo amor de juventud a la que conoció en un viaje a Egipto y que ahora, siendo ella ya viuda, le propone un encuentro clandestino en Nueva York. “Pelo de elefante” esta protagonizado por La Viuda, un verdugo metódico, pulcro y gran profesional de la ejecución, que al enamorarse de una hermosa joven va a hacer una primera y única excepción en su implacable trabajo.”El siriaco” es una extraña y sugerente narración cuyo protagonista es un santo anacoreta y estilita que, como el Simón del desierto de Buñuel, vive en lo alto de una columna y de cuyo mantenimiento en la virtud depende el futuro del rey y la estabilidad de su reíno. En “Amor sin pies ni cabeza”, la narradora va a una cárcel de mujeres a entrevistar a una mujer que, cansada de los malos tratos que recibía, mató a su marido al que después descuartizó repartiendo los restos por diversos lugares de la ciudad.

Laura Restrepo es una magnifica escritora, con una prosa rica y elegante, que usa hermosos giros del castellano iberoamericano que regalan los oídos del lector español y domina los tiempos y registros del relato de extensión media. A pesar de lo escabroso de varias de las historias (algunas, como las del incesto y la asesina descuartizadora, inspiradas en hechos reales), nunca cae en el tremendismo gratuito ni en la exageración desmedida. En ellas, parece querer mostrar la permeable y desdibujada frontera que a veces separa lo bueno de lo malo, el pecado de lo que no lo es o no se puede ya considerar como tal. Sobre todo, en estos tiempos presentes tan escasos en referencias rígidas e incuestionables.

Laura Restrepo nos presenta en este hermoso libro a un puñado de personajes supuestamente pecadores a los que, sin embargo, la voz narradora nunca juzga ni califica moralmente. Deja sencillamente que sea el lector quien extraiga sus propias conclusiones.

Carlos Bravo Suárez



LAS COSAS QUE PERDIMOS EN EL FUEGO

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Las cosas que perdimos en el fuego”. Mariana Enríquez. Anagrama. 2016. 200 páginas.

“Las cosas que perdimos en el fuego” es el primer libro de Mariana Enríquez (Buenos Aires, 1973) que se publica en España. Sin embargo, la precoz periodista y escritora argentina tiene una interesante trayectoria literaria en su país donde ha publicado las novelas ”Bajar es lo peor” (1995) y “Cómo desaparecer completamente” (2004), la novela corta o nouvelle “Chicos que vuelven” (2010), los libros de relatos “Los peligros de fumar en la cama” (2009) y “Cuando hablamos de los muertos” (2013), la crónica “Alguien camina sobre tu tumba: Mis viajes a cementerios” (2013) y la biografía “La hermana menor: Un retrato de Silvina Ocampo” (2014). Valorada y respetada por la crítica argentina, ha transcendido las fronteras literarias de su país con su último libro de relatos “Las cosas que perdimos en el fuego”, que se ha traducido a varios idiomas y editado en numerosos países. En el nuestro, el libro ha sido publicado por Anagrama.

“Las cosas que perdimos en el fuego” consta de doce relatos de terror. Aunque pueden rastrearse en estos cuentos numerosas influencias literarias, que van desde Poe a Henry James pasando por Mary Shelley o H. P. Lovecraft, son historias que tienen sin duda un toque personal diferente y una ambientación geográfica e histórica específicamente argentina, que las hacen singulares, distintas y sumamente sugerentes. Se trata en general de relatos urbanos, que suceden en arrabales y barrios pobres, marginales y peligrosos, con drogadicción, delincuencia y seres indefensos que viven en la calle a la intemperie. En esta línea está “El chico sucio”, relato que abre el libro y es, en mi opinión, uno de los mejores del mismo. También en “Bajo el agua negra”, en el que de la feroz represión policial sobre los pequeños delincuentes juveniles urbanos pasamos a una terrorífica procesión de claros tintes lovecraftianos. Porque esa es otra característica de los relatos de Enríquez: se inician de una manera realista y cotidiana y derivan casi sin que nos demos cuenta hacia lo terrorífico, lo fantástico y lo demencial. De esa manera, en esas historias vamos encontrado, insertados con habilidad y tino, muchos de los elementos clásicos de la literatura de terror: sacrificios rituales amparados en la superstición (“El niño sucio”), casas encantadas y malditas (“La casa de Adela”), fenómenos del pasado que vuelven al presente (”La hostería”), fantasmas y seres deformes (“Bajo el agua negra”, “Fin de curso”, el magnífico “El patio del vecino” o las mujeres quemadas de “Las cosas que perdimos en el fuego” que da título al libro), precoces asesinos en serie (“Pablito clavó un clavito: una evocación de Petiso Orejudo”), calaveras (“Nada de carne sobre nosotras”), efectos psicotrópicos (“Los años intoxicados”) y hasta, ya en un terror moderno, seres absorbidos en su identidad por la computadora con la que viven y se encierran (“Verde rojo anaranjado”).

Excepto “Pablito clavó un clavito: una evocación de Petiso Orejudo”, que trata sobre uno de los más famosos asesinos en serie de la historia argentina, todos los relatos del libro están narrados por mujeres. Aunque, como la propia Enríquez ha señalado en alguna entrevista, sean narradoras en las que no se puede confiar demasiado, porque no están cuerdas y en su desequilibrio mental pueden estar mintiendo o no viendo las cosas como son. Todas, eso sí, tienen su nombre y sus circunstancias, su contexto histórico y sociológico y hasta incluso sus motivos psicológicos. Esa visión femenina se convierte en algunos momentos, aunque no demasiado y sin excesos militantes, en una cierta perspectiva feminista al abordar las relaciones de pareja. Eso sucede sobre todo en el último relato, que da título al libro. También en el magnífico “Tela de araña”, que tiene ciertos aires de “road movie” literaria.

Un aspecto que se ha destacado de este libro es la presencia, y persistencia, en algunos cuentos de la fatídica historia reciente argentina. El recuerdo de la dictadura y sus siniestras escuelas militares aparecen en el relato “La Hostería”, el alfonsinismo de los noventa surge de fondo en “Los años intoxicados” y los abusos policiales y la contaminación de los ríos en “Bajo el agua negra”.


Escritos con gran oficio literario y dominio del lenguaje y de los ritmos, los cuentos de “Las cosas que perdimos en el fuego” hacen que el horror y el terror penetren en todos los espacios, sobre todo en aquellos aparentemente más protegidos como la casa, la pareja, la familia, el barrio o la escuela. Nada queda a salvo de lo irracional y lo terrible en este libro de lectura más que recomendable.

Carlos Bravo Suárez

NUNCA FALTA NADIE O LA METÁFORA DEL ÑU

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 “Nunca falta nadie”.Catherine Lacey. Alfaguara. 2016. 256 páginas.

“Nunca falta nadie” es la primera novela de Catherine Lacey(Tupelo, Mississipi, 1985), una de las nuevas narradoras estadounidenses más aclamadas por la crítica. El libro, que fue publicado en Estados Unidos en 2014, fue considerado como la mejor novela del año por “The New Yorker” y otras importantes publicaciones norteamericanas y ha sido traducido a varios idiomas y editado en numerosos países. En España, ha sido publicado recientemente por Alfaguara, con traducción de Damià Alou. La autora, que antes sólo había publicado entrevistas, relatos y piezas de no ficción para distintos periódicos y revistas, está escribiendo su segunda novela, que se titulará “The Answers” y que Alfaguara ya ha anunciado que publicará próximamente en nuestro país.

“Nunca falta nadie” está narrada en primera persona por Elyria, una joven recién casada que, sin avisar a su marido ni a su familia, abandona repentinamente Nueva York para irse en avión nada menos que a Nueva Zelanda. Deja atrás una vida aparentemente estable, pero que se le revela como interiormente insatisfactoria, e inicia un viaje en autoestop por el país austral, donde solamente tiene la dirección de un escritor al que conoció en una fiesta y que vive en una alejada y solitaria granja. En una geografía totalmente nueva para ella, Elyria vive a salto de mata viajando de un lugar a otro, conoce a diferentes personas con algunas de las cuales hace algo de amistad, sube a coches de desconocidos pese a las advertencias que le hacen del peligro que eso puede suponer, experimenta situaciones diversas y a veces rocambolescas, duerme en casas de campo, bosques, prados o parques y desempeña diferentes y esporádicos trabajos en las dos islas neozelandesas. También habla por teléfono varias veces con su marido, que no consigue entender la causa de tan repentino e inesperado abandono. Tampoco ella racionaliza demasiado los motivos y se atormenta con el recuerdo de su hermana adoptiva, que se suicidó unos años antes y de quien su marido era profesor de matemáticas en la universidad. Elyria lo conoció a raíz del trágico suceso y se enamoró de él, hasta que el idilio culminó en un matrimonio aparentemente estable y feliz.

La novela presenta así a un personaje femenino que rompe con las ataduras y dependencias anteriores y se adentra en solitario en un territorio nuevo e inexplorado, donde caerá en nuevas contradicciones y en preguntas para las que no siempre consigue hallar respuesta. La explicación metafórica recurrente a su comportamiento es el ñu o animal indomable que lleva dentro, al que nunca consigue domesticar ni someter del todo. (“Todos tenemos nuestra parte de oscuridad, dirás; pero yo sé que la mía es más oscura, y oculta todo un rebaño de ñus furioso”). No hay una clara explicación racional a su huida; algo interior, incontrolable y salvaje parece haberla empujado a ello y, aunque haya un retorno al punto de salida, ya nada será igual que antes, porque es imposible recomponer aquello que se ha roto con tanto estrépito.

Puede observarse un cierto feminismo en el fondo del relato, especialmente por la valentía de Elyria de ser capaz de romper con todo y enfrentarse sola a lo desconocido, pero no es ese el principal mensaje de la novela. Si bien la joven viajera logra conquistar su independencia personal, lo hace a costa de una gran confusión interior, que a veces ella misma cree identificar con un posible desequilibrio psicológico, y de atormentarse con frecuencia en una inestable alternancia de placer y sufrimiento. A medida que viaja con ella por Nueva Zelanda, el lector conoce el pasado que la narradora le va desvelando de una manera retrospectiva. La novela se convierte así en un doble viaje, exterior e interior al tiempo, que tiene en cierto modo como tema principal la dolorosa búsqueda de sí misma vivida por Elyria, siempre envuelta en un mundo de claroscuros encontrados.

Según ha contado la autora en entrevistas recientes, tomó como fuente de inspiración un viaje que hizo a Nueva Zelanda para realizar algunos estudios naturales, aunque la novela no tiene nada más de autobiográfica y las notas tomadas en su recorrido por el lejano país austral sólo fueron el punto de partida para una obra puramente de ficción. Catherine Lacey se revela como una magnífica escritora, sincera, fresca, natural y a la vez intensa y profunda. Ella misma reconoce en Lorrie Moore, John Berryman o Jean Rhys a sus principales referentes literarios, pero posee una voz propia e innovadora que convierten a su primera novela en una verdadera, sorprendente y cautivadora sorpresa.

“Nunca falta nadie” suponeun magnífico debut narrativo, que parece augurar a esta joven escritora una prometedora carrera literaria. Veremos si su ya esperada segunda novela confirma las elevadas expectativas depositadas en ella.

Carlos Bravo Suárez

DE LLAUSET AL PUENTE DE SALENQUES POR EL GR-11

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El Centro Excursionista Ribagorza ha organizado para el próximo domingo 31 de julio una excursión desde la presa de Llauset hasta el puente de Salenques que transcurre íntegramente por el GR-11 o Senda Transpirenaica. La actividad se incluye dentro del programa “Conocer Aragón por GR”, promovido por la FAM. El recorrido transita por hermosos parajes del Pirineo aragonés más oriental y termina a orillas del río Noguera Ribagorzana, en el pantano de Baserca o de Senet, ya en la frontera con la comunidad vecina de Cataluña.

El itinerario andando comienza en el aparcamiento situado junto a la presa de Llauset, a prácticamente 2.200 m. de altitud. Hasta allí llega una empinada carretera, normalmente transitable para todo tipo de vehículos, que vence más de mil metros de desnivel en los aproximadamente doce km que la separan del pueblo de Aneto, situado junto a la carretera N-230, algo antes de llegar al túnel de Viella. Para acceder al aparcamiento de la presa de Llauset, los vehículos han de atravesar un túnel de algo más de un kilómetro que desde hace unos años está siempre abierto e iluminado, salvo en invierno, en que está cerrado para vehículos. Desde el aparcamiento de la presa, podríamos realizar una excursión circular a los lagos de Anglios que veremos señalizada y que nosotros haremos en parte pero sin cerrar el círculo. 

Desde la presa, iniciaremos la excursión cruzando andando un pequeño túnel y bordeando el embalse de Llauset por el lado derecho en el sentido de nuestra marcha. Al final del embalse, giraremos a nuestra derecha para iniciar una corta subida hasta el collado de Botornás, junto al que se encuentra una pequeña cabaña de piedras color vino y tejado de pizarra con una chimenea. Desde allí, descenderemos hasta el ibón de Botornás, que dejaremos a nuestra izquierda. Tomando una corta subida por la derecha, llegaremos al nuevo refugio de Cap de Llauset, situado a 2.425 m. de altitud, que ha sido recientemente inaugurado y se encuentra ya en funcionamiento. Desde nuestro inicio de la excursión, hemos recorrido unos tres kilómetros en poco más de una hora.

Tras una parada en el refugio, retornaremos al GR-11 para llegar enseguida al ibón de Cap de Llauset, desde donde giraremos a la derecha para ascender, en una corta subida, al Collado de los Ibones, o Collada dels Estanyets, que a 2.521 m. de altitud es el punto más elevado de nuestro recorrido. Desde aquí, tendremos una espléndida vista del valle de Anglios, con una sucesión de ibones que componen un preciosos paisaje. El inicio de la bajada es por terreno pedregoso de grandes bloques graníticos. Se bordean por la derecha los primeros ibones o estanyets, llamados del Cap de Anglios, y luego se llega a los tres ibones conocidos propiamente como de Anglios, situados en un rellano más verde y herboso. Junto al ibón grande, y a 2.238 m., veremos un característico refugio de madera, a modo de cabaña, que se encuentra siempre abierto. El paraje es de una gran belleza y suele imperar en él un silencio sobrecogedor.

Ya siempre en pronunciado descenso, seguiremos el barranco de Anglios hasta su confluencia con el de Salenques, o Ixalenques, que viene por nuestra izquierda. El paisaje va cambiando, convirtiéndose en un bosque cada vez más tupido que en su parte final, en la llamada Ubaga de Ixalenques, es un espacio frondoso que toma el nombre del saucedal que allí crece, junto a grandes abetos y un precioso hayedo. 

Así llegaremos al final de nuestro recorrido, en el llamado puente de Salenques, junto a la carretera N-230, en el pantano de Baserca, a 1.391 m. de altitud, y muy poco más arriba del desvío al pueblo de Aneto, desde donde a primera hora de la mañana habremos subido en autobús por la empinada carretera para empezar desde la presa de Llauset nuestra excursión a pie. En total habrán sido unos doce km, que se recorren en unas cinco horas de caminata, que se van a por lo menos seis con las paradas, más que apetecibles, a las que invita el atractivo camino.

Datos útiles:
Desnivel+: 321m.
Desnivel-: 1130 m.
Distancia: 12 km aprox.
Duración de la excursión: Unas 6 horas con paradas.
Fecha y lugar de salida: Domingo, 31 de julio, 7 h. Glorieta Joaquín Costa de Graus. Desplazamiento en autobús.
Inicio de la excursión: 9 h. aprox.
Precio: Socios CER 15€; no socios 18€. Seguro de excursión obligatorio para los no federados: 2,5€. El pago puede efectuarse en el autobús al inicio de la excursión.
Inscripción: E-mail centro.excursionista.ribagorza@hotmail.com o teléfonos 696 86 73 42 (Carlos) o 667 20 97 74 (Ana). Plazo máximo: jueves 28 de julio a las 21 h.

Carlos Bravo Suárez
(Centro Excursionista Ribagorza)

Fotos: embalse de Llauset desde el aparcamiento, pasando un torrente al bordear el embalse, el embalse desde la cola, cabaña de Botornás, ibón de Botornás, el refugio de Cap de Llauset desde Botornás, el refugio de cerca, el ibón de Cap de Llauset y los ibones y el valle de Anglios desde la collada dels estanyets y entrando en el bosque de Salenques.

Artículo publicado hoy en el suplemento "Aragón, un país de montañas", de Heraldo de Aragón. 




EL LIBRERO Y LOS CIEN AÑOS DE ROALD DAHL

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El librero”. Roald Dahl. Nórdica. Ilustraciones de Federico Delicado. Traducción de Xesús Fraga. 2016. 88 páginas.

Este año se celebra el centenario de Roald Dahl (Cardiff, 1916 – Oxford, 1990). El gran escritor galés de origen noruego (sus padres le llamaron Roald en honor a Roald Amundsen, el famoso aventurero noruego que alcanzó por primera vez el Polo Sur) tuvo una vida azarosa y una juventud aventurera. De niño y adolescente, fue educado en severos colegios británicos y pasaba sus vacaciones en Noruega. Tras terminar sus años de colegio, comenzó a trabajar en la empresa petrolera Shell, que lo trasladó por un tiempo a Tanganica, actual Tanzania. Durante la Segunda Guerra Mundial, se enroló en la Royal Air Force británica y realizó numerosas misiones en África, en una de las cuales se estrelló, se fracturó el cráneo y perdió momentáneamente la visión. Cuando la recuperó, se enamoró de la enfermera que lo atendía. Volvió a efectuar algunos vuelos sobre Siria y, en 1943, fue trasladado a Estados Unidos, donde comenzó a escribir. Allí se casó con la famosa actriz Patricia Neal (protagonista con Gary Cooper de la inolvidable “El manantial”), en un matrimonio que duró treinta años. Uno de sus hijos sufrió hidrocefalia y Dahl apoyó siempre las causas solidarias en el terreno de las enfermedades y la alfabetización de los niños. Tras su muerte, una fundación que lleva su nombre continuó esa labor. Durante la guerra del Líbano de 1982, se vio involucrado en una agria polémica al criticar duramente la actuación del ejercito israelí en el conflicto. Murió de leucemia en 1990.

Como escritor, Roald Dahl es autor de un buen número de cuentos y novelas. Alcanzó gran fama con algunas de sus obras infantiles y juveniles, como “Charlie y la fábrica de chocolate”, “Matilda”, “James y el melocotón gigante”, “Los gremlins”, “El gran gigante bonachón”, “Las brujas” o “Relatos de lo inesperado”. Algunas de ellas se han convertido en verdaderos clásicos y varias han sido llevadas al cine, para el que el escritor galés escribió también numerosos guiones. Sin embargo, Roald Dahl es también autor de destacados relatos literarios para adultos. Uno de ellos es la novela corta “El librero” que, coincidiendo con el centenario del escritor, acaba de ser publicado en nuestro país por la editorial Nórdica. Se trata de una bonita edición ilustrada, con traducción de Xesús Fraga y sugerentes dibujos a todo color de Federico Delicado. Nórdica ha repetido con el mismo acierto, aunque con otro ilustrador, el modelo de edición de hace unos años de “La cata”, otro relato breve del escritor británico.

“El librero” cuenta la historia de William Buggage y su secretaria y amante, la señorita Tottle. Ambos regentan en el centro de Londres una librería de libros raros y de lance que es en realidad una tapadera de otro negocio más lucrativo, que surge de la lectura de los obituarios de los periódicos y de la consulta de la revista “Who is Who” sobre personajes relevantes de la sociedad británica. La pareja descuida la venta directa de sus libros y lleva su verdadero y rentable negocio desde la trastienda de la librería. Con el dinero que ganan se van de vacaciones a los mejores hoteles del mundo. Dahl describe a estos personajes como dos seres grotescos y físicamente poco atractivos, que encarnan algunos de los vicios capitales de los humanos: la ambición, la gula, la pereza, la lujuria. Dos avispados pícaros que se aprovechan de algunas viudas ricas sobre las que ejercen un astuto procedimiento de chantaje. Al final, como ocurre en muchas obras del autor, el desenlace se produce de la manera más inesperada y sorprendente. El relato es ameno, tiene ritmo, estupendas descripciones de unos personajes de baja catadura moral, ironía y unas buenas dosis de humor negro, inteligente y a la vez irreverente y provocador.

Magníficas son asimismo las ilustraciones de Federico Delicado (Badajoz, 1956) que, en unos dibujos minuciosos de colores intensos y rasgos caricaturescos (que recuerdan en cierto modo la viveza cromática del ilustrador expresionista alemán George Grosz), logra captar y trasmitir perfectamente el carácter de los personajes y el humor y el espíritu general del relato. Hay que recordar aquí que Roald Dahl acompañó la edición de muchos de sus libros originales de las magníficas ilustraciones de Quentin Blake.

El centenario del escritor galés está siendo muy celebrado, con exposiciones y ediciones especiales, en el mundo anglosajón, donde Dahl es un autor muy popular y querido. La lectura de esta bonita edición de “El librero”, o de cualquiera de los muchos libros suyos editados en español, es una manera de rendir homenaje a uno de los escritores más prolíficos y destacados del pasado siglo XX.

Carlos Bravo Suárez

UNA PRIMAVERA DE PERROS

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Una primavera de perros”. Antonio Manzini. Salamandra. 2016. 286 páginas.

No es fácil encontrar autores nuevos de novela negra que aporten una visión diferente y personal a los habituales convencionalismos del género. Se publica tanto y está tan de moda en los últimos años esta corriente narrativa que cada vez resulta más difícil separar el grano de la abundante paja que lo envuelve. El pasado año leí “Pista negra”, cuya reseña se publicó en abril en esta misma sección, y me pareció un magnífico relato policiaco, diferente aunque dentro de los cánones del género, bien escrito, ambientado en el valle de Aosta y protagonizado por un policía poco ortodoxo, atormentado y nostálgico, con una pasado oscuro y desplazado, como castigo por alguna actuación anómala anterior, de su hábitat natural romano a las para él inhóspitas y extrañas tierras alpinas del norte de Italia.

El singular policía protagonista se llamaba Rocco Schiavonne, subjefe aunque muchos insistan en llamarlo siempre comisario, y el escritor a seguir era el italiano Antonio Manzini (Roma, 1964), actor de cine y televisión, con dos novelas anteriores y varios relatos escritos conjuntamente con Niccolò Ammaniti y ahora también autor de tres novelas protagonizadas por el citado Schiavonne, que se han convertido en un enorme éxito de crítica y público en Italia y se están traduciendo y editando en numerosos países europeos. En España, y las tres en la colección “black” de Salamandra, a la citada “Pista negra” le han sucedido “La costilla de Adán” y “Una primavera de perros”. Esta última, publicada muy recientemente con traducción de Regina López Muñoz y Julia Osuna Aguilar,

Si “Pista negra” era una buena novela, “Una primavera de perros” es, en mi opinión, todavía mejor. El relato profundiza más en el personaje Schiavonne, que sigue inadaptado al medio, destrozando zapatos “clarcks” porque se niega a calzar botas de montaña, en todo momento nostálgico de Roma y sus amigos y de su esposa muerta con la que sigue dialogando en soledad, malhumorado y sarcástico con compañeros y enemigos, escaqueándose siempre que puede de los periodistas; pero entregándose a fondo y dejándose la piel en cuanto toma las riendas de un caso y decide investigarlo. Esta vez la historia arranca con un accidente de tráfico de madrugada en el que mueren el conductor de una furgoneta y su acompañante. Schiavonne quiere esquivar el caso, pero debe investigarlo porque el vehículo llevaba extrañamente una matrícula falsa. El suceso coincide con el secuestro de una joven estudiante del instituto de Aosta, tras una noche de discoteca en la que uno de los chicos de la pandilla estuvo hablando con los fallecidos en el accidente. La chica es hija de una rica y conocida familia del valle, propietaria de una importante empresa que estaba hasta hace poco en graves apuros económicos, de los que parece haber salido gracias a un extraño préstamo salvador que sin embargo no proviene del principal banco de la comarca. Schiavonne inicia la investigación de lo que intuye como una oscura trama mafiosa, más propia de la Roma de donde él procede que del tranquilo valle al que ha sido trasladado como castigo. Su prioridad, usando la vehemencia y los métodos poco ortodoxos habituales, será siempre salvar la vida de la joven secuestrada.

Al relato de la investigación policial del caso se suman los diálogos introspectivos de Rocco con su esposa muerta, que ya aparecían en “Pista negra”, y la inesperada presencia de la novia de uno de sus amigos romanos, que propiciará la aparición final de una triste y trágica fatalidad y contribuirá sin duda a acentuar el carácter nostálgico y atormentado del policía en futuras entregas de la serie. Además, la novela adopta diferentes puntos de vista, con varias voces y diversas líneas narrativas que mantienen siempre viva la intriga hasta su confluencia final. Ello hace de “Una primavera de perros” una novela no sólo entretenida y amena para cualquier lector, sino dotada además de una rica, y en cierto modo compleja, estructura literaria. Sin olvidar su contenido social y de denuncia, tan ligado desde siempre al género negro: escandalosas diferencias económicas en la sociedad italiana, presencia de grupos mafiosos que actúan por todo el país y llegan a confabularse con los propios bancos o, incluso, las evidentes y crecientes penurias de la policía a la hora de llevar a cabo sus investigaciones.

Al parecer, Manzini y su personaje Schiavonne se han convertido en todo un fenómeno literario en Italia, por lo que la continuidad de la serie narrativa parece asegurada. Estaremos atentos a próximas entregas.

Carlos Bravo Suárez


SENDER Y LAS GALLINAS DE CERVANTES

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Al celebrarse este año el cuarto centenario de la muerte de Miguel de Cervantes, parece oportuno recordar aquí el pequeño homenaje que Ramón J. Sender rindió al autor de El Quijote en su relato “Las gallinas de Cervantes”. Publicado por primera vez en México en 1967 en el libro “Las gallinas de Cervantes y otras narraciones parabólicas”, en España el cuento fue editado en solitario en 2002 por Plaza & Janés en su colección de bolsillo. También aparece, como es lógico, recogido en la Obra Completa de Ramón J. Sender (Tomo II, pp. 315- 356), publicada en 1977 por Destino, edición que yo he seguido a la hora de redactar estas lineas. De “Las gallinas de Cervantes” se hizo en 1988 una adaptación cinematográfica con el mismo título, dirigida por Alfredo Castellón e interpretada en sus principales papeles por Miguel Rellán, Marta Fernández Muro, Josep María Pou y Francisco Merino. La película mantiene en esencia la idea original del texto de Sender, aunque introduce algunas novedades, como la incorporación del personaje de El Greco, a quien Cervantes sirve de modelo en su cuadro “El entierro del Conde de Orgaz”.

El punto de partida en que se inspiró el novelista oscense para escribir el relato fue que entre los distintos bienes que su mujer, doña Catalina de Salazar Palacios, aportaba como dote en su boda con Cervantes figuraban veintinueve gallinas y un gallo. Así aparece recogido en el acta matrimonial de los esponsales que se celebraron el 15 de diciembre de 1584 en la localidad toledana de Esquivias, de donde era natural la contrayente. La ceremonia fue oficiada por el párroco Juan de Palacios, tío de la novia. Se dice que el matrimonio fue algo extraño, aunque tampoco tanto para aquellos tiempos, pues Cervantes, de 37 años, era un hombre de mundo que casi doblaba en edad a la novia, de 19, que hasta entonces apenas había salido de su pueblo manchego. Lo que parece fuera de toda duda es que don Miguel y doña Catalina se casaron por amor, que, como ya sabemos, suele ser ciego y no atender a las razones de la lógica.

A partir de este documento matrimonial verídico, Sender compone una obra disparatada y de tintes surrealistas en la que doña Catalina de Salazar sufre una progresiva y sorprendente metamorfosis en gallina. Así empieza la narración: “Lo que pasaba con la mujer de Cervantes, doña Catalina, era un poco raro al principio, más tarde llegó a ser alarmante y luego fabuloso e increíble”. Y enseguida el narrador concreta: “Lo que le pasaba a doña Catalina Salazar era que se estaba volviendo gallina”. Y esa transformación en ave de corral de la moza manchega recién desposada será el meollo argumental del texto que nos ocupa.

Sender explica su tratamiento literario en la breve nota preliminar a la narración: “Alguien tenía que escribir sobre las gallinas de la esposa de Cervantes y una de las modas de vanguardia (el surrealismo) me ha ofrecido a mí, tan enemigo de modas, la manera”. Y más adelante aclara: “Me refería al surrealismo como una escuela de vanguardia, pero la verdad es que ha existido siempre, desde 'El asno de oro' de Apuleyo hasta 'El cocodrilo' de Dostoyevski. La única añadidura de la escuela moderna es una ligera dimensión lírica que se produce con el desenfoque de los objetos reales o su deliberada distorsión”.

En referencia al tema elegido, Sender apunta que “el caso es que las gallinas llevan ya más de tres siglos cacareando y pidiendo un cronista, como le decía yo a Américo Castro cuando él me hablaba de lo poco que se había escrito sobre la vida privada de Cervantes”. El novelista altoaragonés admiró siempre a Cervantes, pero también denuncia la poca consideración que nuestro país tiene hacia sus personajes más valiosos: “En España más que en ningún otro país la gloria es solo de los muertos. Durante la vida de los héroes, los poetas o los santos ese sol brilla para ellos muy pocas veces, ya se trate de Hernán Cortés, de Pizarro, de Miguel Servet, de Gracián o de Cervantes. La envidia de sus coetáneos suele enturbiarles la atmósfera. A veces hasta hacerla asfixiante”. Pero la posterior fama universal de Cervantes y El Quijote es incuestionable: “El cielo de Cervantes es vasto e inmenso y rodea el planeta entero. Y está poblado de ángeles que repiten las palabras de Don Quijote en todos los idiomas del mundo”.

Sender, con ironía bien modulada, quiere dar en su relato una apariencia real a la transformación en gallina de la mujer de Cervantes: “Algún lector se extrañará de que yo escriba estas páginas sobre la mujer de Cervantes, pero creo que ha llegado el momento de decir la verdad, esa verdad que en vano ocultan Rodríguez Marín, Cejador y otros queriendo preservar y salvar el decoro de la familia cervantina. Siempre hubo un misterio en las relaciones conyugales de Cervantes y eso nadie lo niega. ¿Por qué no aparece su mujer viviendo con él en Madrid, en Valladolid? Es como si el escritor quisiera recatarla en la media sombra rústica de la aldea. ¿Por qué no la lleva consigo?”.

Además de la descripción del proceso de gallinización de Catalina, Sender introduce varios temas de interés en un relato que tiene más intenciones críticas y enjundia literaria de las que pudiera aparentar. Hay una clara contraposición entre la mentalidad abierta y cosmopolita de Cervantes y el mundo cerrado y mezquino de la familia de Catalina, que aparenta no ver la transformación de la joven e insinúa, sin hacer nunca mención directa a unos cambios cada vez más difíciles de ocultar, que esta pueda ser causa de la influencia negativa, y tal vez demoníaca, del propio Cervantes, por su condición de judío converso y por su prolongado contacto con herejes en su cautiverio en Argel, asuntos ambos a los que los tíos de Catalina no dejan de hacer continuas alusiones más o menos veladas. Hasta el punto de que don Miguel llega a temer ser denunciado ante la Inquisición. Por otro lado, los dos tíos y la propia esposa recriminan constantemente a Cervantes su incapacidad para ganar dinero como escritor. Cuando este trae a casa un halcón herido que ha encontrado en el campo, el animal será rechazado con hostilidad por Catalina y su familia. Sender recurre aquí a una clara contraposición metafórica entre los dos tipos de aves presentes ahora en la casa: las gallinas con su vuelo corto representan la mezquindad y la incapacidad para volar, mientras que el halcón encarna la gallardía, la elegancia y las ansias de ser libre.

Esta contraposición, que se manifiesta a lo largo de la novela, aparece ya en la antítesis con la que Sender presenta a Cervantes y a Catalina al final de su nota preliminar: “Por ese afán de simetría que existe en la vida moral lo mismo que en el mundo físicole correspondió a Cervantes (que buscaba en vano a su Dulcinea) la esposa más tonta ella nos perdonede la Mancha”. Esta caracterización literaria no parece ajustarse del todo a la verdad, pues, según su reciente biógrafo Segismundo Luengo, Doña Catalina no era tan tonta como Sender la pinta y, aunque no había salido nunca de su pueblo toledano, había recibido una esmerada educación y sabía leer y escribir, algo poco frecuente en las mujeres de la época. Además, pese a ausencias y desavenencias, el matrimonio duró más de treinta años, hasta la muerte de Cervantes. Doña Catalina sobrevivió diez años a su marido y a su muerte fue enterrada con Don Miguel en el mismo convento de las Trinitarias de Madrid, donde ella profesó como monja tras quedar viuda.

Otro aspecto destacado de la narración de Sender es la anticipación que se hace en ella de la creación del Quijote. Los personajes del relato van prefigurando en la mente de Cervantes la gestación de la que unos años después será su gran obra. Al personaje real del clérigo oficiante en la boda, añade Sender otro tío de la joven, llamado don Alonso de Quesada y Quesada, quien obliga a incluir en el ajuar de la desposada las mencionadas veintinueve gallinas con su correspondiente gallo. Desde el nombre y su figura hasta su extravagante carácter, todo en el personaje constituye el embrión literario que cristalizará más tarde en el Quijote: “Los nombres de aquel viejo hidalgo Alonso y Quesadale parecieron a Cervantes especialmente sugestivos. Pero Quesada podía haber sido Quijano y Quijada y se le ocurrió que añadiéndole el sufijo “ote” despectivola sugestión era más completa”. La propia Catalina comienza a prefigurar a Dulcinea en la mente de su marido: “Antes de casarse había querido informarse sobre la familia de la novia y supo que sus abuelos venían del Toboso. […] Era Cervantes gran admirador de La Celestina y a la hora de dar a su novia un nombre idílico se le ocurrió hacerlo a imitación del de Melibea y Melisendra, esposa del infante Gaiferos. Si ellas eran dulces como la miel, dulce debía ser también doña Catalina. Así, pues, la llamó Dulcinea y por alusión a su linaje, del Toboso. En su conjunto el nombre quería decir Dulzura de la bondad secreta”.

A la casa de Esquivias acuden el barbero y el cura párroco del pueblo a jugar a las cartas con los dos tíos de Catalina. Dos clérigos, un hidalgo y un barbero. Aunque no se menciona el nombre del juego, se deduce que se trata del guiñote. Sender, al relatar una partida, introduce algunas expresiones usadas en este juego. Por el interés que puede tener el episodio para muchos lectores oscenses, reproduzco buena parte del pasaje:

“Cuando entraron en la casa seguían los dos curas, don Alonso y el barbero jugando a las cartas. […] Don Alonso echó a la mesa el tres de copas y dijo:
-Arrastro.
Quería decir que les obligaba a los otros a echar los triunfos que tuviera. Al barbero le contrarió aquello y replicó contrariado con palabras de bellaco tahúr:
-El culo por un barcero.
[...]Un barcero era un seto espinoso, una zarza en tierras de Aragón. También lo llamaban 'arto'. El barbero debía de ser de origen aragonés”.

No he rastreado todos los aragonesismos que, como en buena parte de la obra de Sender, hay en esta novela breve. Pero, además de las expresiones referidas al juego de cartas, encontramos por ejemplo en alguna ocasión la palabra esparverpara referirse al halcón, al que Catalina y sus tíos suelen llamar despectivamente buitre o alimaña. En la zona más oriental aragonesa se utiliza bastante el término esparver,común al catalán, que en otros lugares de Aragón se convierte en esparvero o incluso esparavero, y que, aunque específicamente corresponde a la palabra castellana gavilán, se suele utilizar para referirse a cualquier ave rapaz de pequeño o mediano tamaño. En “Crónica del alba”, Sender escribe: “Yo he visto a los esparveres en mi pueblo volar y estar quietos en el aire, sin subir ni bajar. Y eran esparverescon su pico y sus garras”.

También al escribir sobre el gallineros de la casa de Esquivas parece Sender echar mano de sus recuerdos de infancia y juventud en tierras altoaragonesas: “Entretanto las gallinas iban retirándose a dormir. La última luz iluminaba sobre las bardas los vidrios rotos que, insertos en el adobe seco, las defendía contra posibles asaltantes. Porque había un campamento de gitanos en las afueras”. No creo que hubiera en el siglo XVII demasiado vidrio para poner en las paredes de los gallineros, y esas bardas de adobe con vidrios rotos pertenecen posiblemente a la memoria de juventud del escritor de Chalamera.

Los nombres de las veintinueve gallinas con los que Catalina sorprende a un Cervantes entre asombrado y dolido tal vez remitan también a los recuerdos juveniles de Sender, a unos tiempos en que en casi todas las casas de los pueblos aragoneses había gallineros y gallinas, a las que se solía dar nombres que aludían a sus características físicas más destacada. Estos son los nombres que da doña Catalina a las suyas: la Clueca, la Pita, la Gallipava, la Pintada, la Papuda, la Coquita, la Buchona, la Repolluda, la Escarbona, la Polianuda, la Barbeta, la Obispa, la Porcelana, la Overa, la Pechugona, la Pechugueta, la Caparazona, la Crestonera, la Cobadora, la Pepita, la Pollera, la Mantuda, la Rabiscona, la Reculona, la Moñuda, la Calcetera, la Roqueta, la Gallineta viuda y el Gallino. El nombre del gallo, Caracalla, tiene otras connotaciones y Cervantes lo relaciona enseguida con el emperador romano asesinado en el siglo III.

Tratándose de Sender y de Cervantes, el final no podía ser otro que una alegoría de la libertad. Don Miguel abandonó Esquivias y su atmósfera asfixiante y “se fue a Andalucía a reunir víveres para la expedición de la Invencible que fue vencida poco después”. De la transformación de Doña Catalina y de su vida posterior, dice Sender que nada más se ha podido averiguar.

Carlos Bravo Suárez

Artículo publicado hoy en el suplemento "Alto Aragón" del número especial de las Fiestas de San Lorenzo del Diario del Alto Aragón.


PREGÓN DE LAS FIESTAS DE CAPELLA 2015

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Buenas noches a todos, a los vecinos y amigos residentes en Capella y a los que por uno u otro motivo estáis aquí presentes esta noche, para iniciar un año más las fiestas mayores de este querido pueblo, al que unos y otros nos sentimos vinculados por diversos lazos de pertenencia, familia o amistad.

En primer lugar, y porque siempre es de bien nacidos ser agradecidos, quiero dar las gracias al señor alcalde de Capella, Sergio Baldellou Español, y a toda la corporación municipal en representación del pueblo entero, por haber pensado en mí para leer este pregón de fiestas, que además es una innovación del programa festivo de este año. No creo ser merecedor de tal honor, pero os agradezco de todo corazón que hayáis depositado en mí esta confianza.

Ser pregonero de las fiestas de Capella no es para mí cosa pequeña ni baladí. Todo lo contrario, esa condición me produce una doble sensación de enorme orgullo y obligado agradecimiento. Por lo que para mí, desde la infancia, siempre han representado este pueblo y sus gentes, y por lo que supone de amistad y aprecio por vuestra parte hacia mi persona, a los que espero saber corresponder siempre y en todo momento con la gratitud y reciprocidad que se merecen.

Todos conocéis, supongo, mi estrecha vinculación familiar con Capella. Mi padre nació en casa Bravo, a pocos metros de esta plaza. Mis abuelos, a los que ya no llegué a conocer, tuvieron que lidiar con seis hijos varones que se llevaban sólo dos años de diferencia entre ellos.Recuerdo oír contar a mi padre y a mis tíos que en casa Bravo había que ir “espabilaos” porque el último de los hermanos que se levantaba por la mañana no se calzaba aquel día. De aquellos seis hermanos sólo uno sigue con vida, y ya bastante mayor: mi tío José, que vive en Barcelona. Los demás (Carlos, Ramiro, Víctor, Jaime y mi padre Adolfo) nos han ido dejando antes o después en estos últimos tiempos. Mi padre se casó en Torres del Obispo y allí fue, como todos sabéis, donde yo nací.

De niño y adolescente, yo pasaba todos los años unos estupendos e inolvidables días de verano aquí en Capella. Siempre digo que de muy joven no veraneaba en la playa ni en la montaña; yo, y a mucha honra, veraneaba en Capella. Tal vez fuera por esa edad maravillosa en torno a los quince años que entonces yo tenía, pero no recuerdo haber disfrutado probablemente nunca de unos veranos mejores que los que por aquel tiempo pasé en este pueblo. Solía venir en torno a los días de la fiesta y acostumbraba a quedarme aquí hasta que en septiembre empezaba en Graus el instituto.

Esos días en Capella eran para mí especiales y distintos al resto del año, los únicos que pasaba fuera del control de mis padres, y los recuerdo como plenos de felicidad y alegría. Estaba en casa Bravo con mis tíos Carlos y Adelina y mi primo, también llamado Carlos, al que mi tía para diferenciar llamaba José Carlos. Algunos días iba a comer o a cenar a casa Garreta, la casa de mi tío Víctor, también hermano de mi padre, con mi tía Nati y mis primas Nati y María Rosa. En ambas casas me sentía completamente a gusto.

Mis dos tíos me contaban muchas historias y anécdotas y estaban siempre de buen humor. Con mi tío Carlos me iba a la granja de los tocinos y nos llevábamos con nosotros a Tarzán, un perro grande muy tranquilo y más bueno que el pan, al que mi tío tenía muy bien enseñado y al que siempre he recordado como el perro ideal. Mi tío Víctor siempre nos hacía reír con anécdotas de caza, historias del jabalí que se le escapaba por poco, la rabosa o los conejos, y se conocía con minucioso detalle todos los alrededores, campos y sierras de Capella. Seguro que con su falta se ha perdido una sabiduría popular inigualable de este pueblo, de sus montes, de sus tierras, de sus lindes y sus buegas.

Me acuerdo que mi tío Carlos era un cazador de andar poco, recuerdo cómo Tarzán le marcaba las codornices antes de que iniciaran el vuelo desde los rastrojos y él pudiera dispararles con la escopeta a placer, y casi siempre con muy buena puntería. Sin embargo, mi tío Víctor era de mucho andar y pegaba tan largas zancadas que, como decía mi tío Carlos, no “el podeban seguí ni los cochos”. Aún recuerdo cómo alguna vez nos despertaba en Torres a primera hora de la mañana, después de haber venido andando desde Capella atravesando la sierra por Castarlenas. De mi tía Adelina, aquí presente, y de mi tía Nati, ya fallecida, guardo un recuerdo inmejorable y lleno de cariño.

De aquellos años recuerdo también las visitas a la tasca de Ferrer, un personaje entrañable con su biscúter blanco, al que a veces hacíamos enfadar pidiendo cada uno una cosa diferente en su pequeño bar. Y el bar de Viu, donde mis tíos solían echar la partida de cartas o la charrada con la chen del pueblo. También han quedado en mi memoria las sentadas en las escaleras que hay entre el actual local social y el citado bar de Viu.

Me acuerdo que a muchos les hacía mucha gracia escuchar cómo yo hablaba, en ribagorzano modalidad de Torres del Obispo, algo distinta a la variante de Capella. Les hacía reír que dijera “dona” en vez de “muller”, o “feito” en vez de “fecho”; y sobre todo se reían cuando me preguntaban dónde nos íbamos a bañar en el río de Torres y yo contestaba que allí “mos bañaban a las cadollas”, en vez de “en las folgas o las refolgas que eba ane se bañaban en Capella”.

Yo me chuntaba con los zagals y las zagalas que tenían más o menos mi edad. Algunos eran veraneantes y otros del pueblo. A mí, aunque venía de Torres, me consideraban un veraneante, con los pequeños privilegios de no tener que ayudar en casa que esa condición significaba entonces. De mis amigos de aquellos años, recuerdo a Mario Bauret, con el que –al principio, por el orden alfabético de los apellidos– compartí pupitre o “mesas ajuntadas” durante tres años en el instituto de Graus y luego hasta habitación con dos compañeros más en el internado o colegio menor de Barbastro donde estudiamos el entonces recién implantado COU; Enrique Mir, de casa Barbero; Alberto de Monclús; Horacio; o Julio, este último tristemente fallecido hace unos años en una de esas injusticias que de vez en cuando nos depara la vida.

De las zagalas, me acuerdo especialmente de María José, Ángela, Sara y Silvia Calvera, la hija del Sastre, con el que mi tío Carlos “chugaba” a las cartas en el café de Viu y, siempre chungón, “se men burllaba decinme que había chugau al subastau con mi suegro y que ya podeba prepárame pa gritá y pa repetí las cosas perque hi sentiba poco, pues cuan él diba noventa el otro siempre entendeba setenta u ochenta”.

Fui dejando atrás aquellos años de adolescencia y primera juventud y, después de una época un poco hippy de “pelos llargos” y aficiones musicales a la moda, me centré definitivamente en los estudios en la Universidad de Barcelona. Enseguida de terminar la carrera empecé a trabajar en varios institutos de Cataluña y allí viví más de veinte años. En cualquier caso, si venía en verano de vacaciones a Torres, a finales de agosto siempre subía a las fiestas de Capella. Iba a cenar a casa de mis tíos, a veces con algunos amigos que iban de fiesta conmigo, y en las dos casas, Bravo y Garreta, era  magníficamente recibido con la generosa hospitalidad de siempre.

Pasaron aquellos años de juventud y decayeron poco a poco las ganas de fiesta, de diversión bullanguera y de jarana, pero yo nunca me olvidé de Capella; aunque ya no pudiera venir siempre a estas fiestas de verano. Hace ya unos años volví a Ribagorza con mi mujer y mis dos hijos para instalarnos en Graus y trabajar en su instituto. Murieron mis tíos Carlos y Víctor y también mi tía Nati, y quedan mi primo y mis primas, y mi tía Adelina, persona excepcional y enormemente generosa, que a pesar de los años aún va campando fuerte y espero que así siga por mucho tiempo. Y al volver a estas tierras, empecé a aficionarme a caminar y a hacer excursiones. A veces he pensado que esta afición mía “a caminá per ixos montes y ixas serras” me venga tal vez de mi tío Víctor, caminante infatigable y aficionado al monte y conocedor como pocos de sus secretos y escondrijos más recónditos.

Y a través del Centro Excursionista de la Ribagorza fui trabando amistad con nuevas gentes de Capella y, en especial, con la Peña La Meliguera, un grupo de excelentes personas de enorme calidad humana, algunos aficionados a caminar y participantes en nuestras excursiones, y todos estupendos cocineros, expertos en preparar magníficas comidas para el número de gente que haga falta y sea menester. Gente sencilla y noble, con la que siempre se puede contar y que nunca ni en nada te fallan.

Con ellos hemos disfrutado de estupendos momentos e inolvidables comidas populares, que no mejorarían muchos de los renombrados cocineros y chefs de moda y relumbrón. Unas veces en el merendero de San Medardo en Benabarre y, otras muchas, en el magnífico y acogedor merendero de aquí de Capella, junto al impresionante puente medieval que se levanta sobre las aguas del río Isábena. Seguro que seguiremos disfrutando en el futuro de esas comidas campestres excepcionales y sin parangón, donde, además de los buenos alimentos y los mejores sabores, reinan una sana camaradería y una convivencia entrañable.

También en este periodo más reciente he descubierto muchos otros aspectos de Capella, en los que me fijaba menos, o me pasaron bastante desapercibidos, en mis estancias juveniles, en que mi atención estaba como es natural en otras cosas. Sobre todo, los referidos a la historia y el patrimonio cultural, arquitectónico y artístico del lugar. De algunas de estas cuestiones he escrito en estos años diversos artículos en distintas publicaciones, y también en el Llibré de las fiestas de Capella. En sus páginas coincidí en varias ocasiones con Fernando Calvera, para quien quiero tener hoy aquí un especial recuerdo en estas fechas festivas.

Desde luego, el elemento arquitectónico y artístico más destacado de Capella es su impresionante puente medieval, posiblemente de los siglos XIII o XIV, y sin duda el más grande y también el más bonito, no sólo de la comarca sino de toda la provincia. Muy destacable es también la iglesia parroquial de San Martín de Tours, de claro origen románico y recientemente reformada, con el espléndido retablo del siglo XVI que atesora en su interior, obra de dos de los pintores de mayor prestigio existentes en aquel tiempo en Barcelona: el alemán Johan de Borgunya y el portugués Pedro Nuñes.

Y qué decir de los lugares de interés que se esconden al otro lado del río Isábena y que nuestro buen amigo y mejor persona Joaquín Sesé, al que unos llamamos Quinón y otros llaman Quinito, ha contribuido con esfuerzo ingente y enorme mérito a limpiar y desbrozar, para que hoy todos podamos ver, conocer y valorar más y mejor estas valiosas muestras de nuestro rico patrimonio.

Lugar verdaderamente mágico y singular, que tal vez aún pueda deparar nuevas sorpresas en posibles y deseables excavaciones futuras, es la ermita románica de San Martín, escondida al resguardo de las altas paredes de la sierra, en un enclave de una belleza única, junto a los abrigos que aprovechan las oquedades naturales abiertas en la roca. O los ahora ya seguros restos de la antigua ermita románica de Santa Eulalia, no lejos del propio San Martín. O, un poco más abajo, los de la ermita de San Chulián, que tal vez se corresponda, esta u otra anterior, a la citada en la primera mención histórica documentada de Capella, cuando Ramiro I reconoce al monasterio de San Victorián de Asán una iglesia dedicada a San Julián "in villa Capella", edificada en el año 842 y consagrada por el obispo Jacobo de Lérida. Tal cosa sólo pudo ocurrir si se trataba de cristianos mozárabes, tolerados en su territorio por los entonces dominadores musulmanes. La posible existencia de algunas comunidades mozárabes en la Ribagorza, a tenor de algunos documentos de la época muy probables en lugares como Capella o Torres del Obispo, es una interesante línea de investigación histórica apenas explorada hasta la fecha.

Fue el propio rey Ramiro I quien conquistaría Capella a los musulmanes, seguramente entre los años 1060 y 1063, en su camino hacia Graus donde iba a encontrar la muerte frente a sus murallas, en el llamado campo de Zapata. En esos tiempos medievales tuvo Capella castillo, de posible origen árabe, en lo más alto del pueblo, donde hoy se halla su iglesia parroquial. En 1065 sabemos que ya era cristiano y que Guillermo Servus Dei era su tenente. A mediados del siglo XVI, el castillo de Capella ya aparece registrado como una de las muchas fortalezas derruidas de Aragón.

También en tiempos medievales, los caballeros de Capella eran considerados hombres de confianza por el rey Pedro I y junto a él iban –cuando era infante todavía y ya su padre, Sancho Ramírez, delegaba en él funciones importantes– al frente de las tropas que en 1087 y 1089 conquistaron Estada y Monzón. El más importante de estos caballeros fue Berenguer Gombaldo, cuya participación en estas conquistas sería destacada, pues en premio recibió –junto a Garci Jiménez de Grustán– algunas almunias y casas en la ciudad montisonense. Gombaldo participó también con otros caballeros ribagorzanos en la toma de Zaragoza y del valle del Ebro por Alfonso el Batallador, y en la expedición que éste organizó a tierras andaluzas, de la que formó parte también al parecer el posteriormente canonizado San Ramón, que fue obispo de Roda y Barbastro. 

Según la leyenda, el prelado paró posteriormente en Capella en su huida a Roda desde Barbastro, donde era hostigado a sangre y fuego por el obispo Esteban de Huesca que le disputaba la titularidad de aquella plaza. Se dice que, sentado sobre una piedra al lado del camino, el obispo huido recibió los honores y la ayuda de las gentes de Capella, que pusieron de manifiesto una vez más su hospitalidad y nobleza. Junto al río, y en recuerdo de aquel hecho, queda la ermita dedicada al obispo y la supuesta piedra donde el santo descansó en su camino. Las gentes de Capella tuvieron durante largo tiempo el mayor protagonismo en la romería que todos los años llevaba desde diversos pueblos de la comarca hasta la catedral rotense, en memoria de aquel obligado viaje del obispo Ramón en los inicios del siglo XII.

No menos interesantes son las diferentes aldeas de Capella, cuya historia particular sería también deseable conocer algo mejor y más a fondo.En antiguos documentos, se citan como pertenecientes a esta villa las aldeas o masías de Casa Chorchi, L’Hereu, Estorianz, La Bruballa, La Buixeda, La Serranía, La Sierra, Miralpeix y San Chenís. Algunas de ellas siguen hoy habitadas y otras nos resultan difíciles de ubicar en la actualidad.

Un personaje ilustre nacido en la Capella del siglo XVIII fue José Francisco ClaveraOncins, jesuita, naturalista y cirujano, destinado en varios colegios de Aragón. Estudió Artes y Medicina en la Universidad de Huesca. Fue enfermero y boticario en varios de los colegios regentados por los jesuitas. Con el duque de Villahermosa estuvo también en Madrid, y más tarde se le destinó a Italia, donde escribió gran parte de su obra y donde murió en la ciudad de Bolonia. No es de extrañar, que habiendo nacido a orillas del río Isábena, y siendo seguramente buen conocedor de las fuentes y manantiales de la comarca, uno de sus libros más valorados trate sobre la hidroterapia o curación por medio del agua.

Capella ha sabido conjugar siempre tradición y modernidad, apego al pasado y visión de futuro. Ha conservado, como pocos lugares, su variedad ribagorzana aragonesa como vehículo lingüístico habitual entre sus habitantes. Y, en esa expresión autóctona, ha conservado y recuperado una rica y divertida manifestación de la tradición popular como es la pastorada, que inmediatamente, y dentro del programa festivo de este año, vamos a ver de nuevo representada por la “chen chove del llugá”  en esta misma plaza.

Capella tiene historia y patrimonio, pero siempre ha sabido mirar al futuro, y así debe seguir haciéndolo, para avanzar, seguir progresando y no quedarse atrás. Sus gentes, además de nobles y hospitalarias, son, como han sabido demostrar a lo largo de los tiempos, laboriosas y emprendedoras. Y también saben, cuando es el momento y la ocasión lo requiere, celebrar y disfrutar con jolgorio y sana diversión las diferentes fiestas del año, sean estas las de invierno o las mayores de verano. Y ese momento festivo ha llegado un año más para el disfrute y la alegría de todos. VIVA LAS FIESTAS DE CAPELLA 2015. FELICES FIESTAS A TODOS.

(Texto publicado en El Llibré de las Fiestas de Capella 2016)














EL CER Y LA RUTA DE LOS MIRADORES DE GRAUS

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De nuevo, y como en años anteriores, desde el Centro Excursionista Ribagorza nos asomamos a estas páginas del Llibré para hacer un pequeño balance de la temporada transcurrida y dedicar unas breves líneas a un tema relacionado con nuestra actividad senderista.

Desde la edición anterior de esta entrañable publicación, el CER ha ido realizando numerosas excursiones por nuestra comarca ribagorzana y por las montañas y los valles pirenaicos. Además de las organizadas en solitario, hemos compartido actividades con otros clubes provinciales de Aínsa, Boltaña, Jaca, Binéfar o Barbastro. Con el club montañero de la capital del Somontano, hicimos una interesante y concurrida excursión desde Capella a Roda de Isábena, siguiendo los pasos del obispo San Ramón en su destierro forzado de hace 900 años. Por otra parte, hemos consolidado nuestro concurso fotográfico de montaña y patrimonio con la convocatoria de su tercera edición y la exposición de las mejores fotos del certamen en Espacio Pirineos.

En los aspectos negativos de este último año, hay que lamentar el fallecimiento de nuestro presidente Enrique Canellas, persona apreciada y querida por todos por su bonhomía, buen carácter y afán de ayuda y colaboración con todos quienes participaban en nuestras excursiones. El pasado mes de junio, familiares y amigos le tributamos un emotivo homenaje en el Turbón, y desde el CER hemos instituido el Memorial Enrique Canellas con una ascensión anual en su recuerdo a esta querida y mítica montaña ribagorzana. También lamentamos en este intervalo de tiempo la muerte de Ramón Balaguer, socio de nuestro club y persona igualmente apreciada, con quien habíamos compartido muchas excursiones y experiencias. Tanto Ramón como Enrique han dejado en nosotros una huella imborrable y los echaremos de menos en nuestras actividades. Vaya también para ellos un sentido recuerdo en estas fechas en que aún se notan más las ausencia de los seres queridos.

Desde el punto de vista de la actividad excursionista en nuestra villa, hay que destacar el acondicionamiento y señalización recientes de una amplia red de senderos balizados que rodean, en un extenso anillo circundante, el casco urbano grausino y que ha sido bautizada como Ruta de los Miradores de Graus. Se trata de un recorrido de 26,7 km, señalizada con marcas blancas y amarillas, que permite numerosas combinaciones y posibilidades según los deseos y capacidades físicas de los excursionistas usuarios. Estos pueden elegir recorridos más o menos largos y utilizar los diferentes enlaces que conectan entre sí diferentes tramos del sendero. Este largo itinerario puede dividirse en primer término en dos etapas o sectores: el situado en la margen derecha del río Ésera y el ubicado en su lado izquierdo, que incluye también la zona del curso final del Isábena, en el que se ha habilitado una pasarela que permite cruzar este río a la altura de la conocida como gorga del Chuflé.

El itinerario incluye zonas rocosas de conglomerado o tramos de bosque de encinas o carrascas, quejigos o robles, pinos, cipreses, o bosque de ribera en las orillas de los ríos y barrancos. También se visitan numerosos lugares del patrimonio cultural e histórico de los alrededores de nuestra villa: el puente medieval o de Abajo, los restos de la escondida ermita románica de San Bartolomé, el despoblado Portaspana, las iglesias también románicas de Santa María de Grustán y San Miguel de la Ubaga o de los Templarios, la popular ermita de San Pedro de Verona, o la conocida como coveta de los Moros. Y, por descontado, algunos estupendos miradores como son los de Las Forcas, Las Planas, San Pedro o Grustán, situado este último en lo alto de la llamada Peña de Miguel. Un recorrido con muchos atractivos, que permite disfrutar de hermosos y variados paisajes y conocer la riqueza cultural de nuestros alrededores.

Animándoos a recorrer estos senderos y a participar en nuestras excursiones y actividades, no queremos despedir esta colaboración sin desearos a todos unas muy felices fiestas grausinas.

(Artículo publicado en El Llibre de las Fiestas de Graus 2016)


GRAUS EN NOVIEMBRE DE 1794

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Entre los años 1793 y 1795 tuvo lugar la llamada Guerra contra la Convención que enfrentó a Francia y España. El conflicto tuvo su origen en el triunfo de la Revolución Francesa que se había producido en el país vecino en 1789. Las ideas anticlericales y antimonárquicas de la Revolución y la muerte en la guillotina del rey Luis XVI, primo del monarca español Carlos IV, pusieron en alerta a la Corona española. La nobleza y el influyente y beligerante clero español intentaron, y en un principio consiguieron, la movilización popular apelando sobre todo a la defensa de los valores religiosos y monárquicos que veían amenazados por el expansionismo ideológico de los revolucionarios franceses.

La guerra fue corta y su escenario geográfico se limitó a las regiones fronterizas entre los dos países. Tuvo especial incidencia en Cataluña y el País Vasco, pero también hubo algunas escaramuzas de poca intensidad en el Pirineo aragonés. Estos episodios en la parte central de la cordillera han sido ampliamente estudiados por José Antonio Ferrer Benimelli y, siguiendo sobre todo sus informaciones, yo mismo escribí en el Llibré del año pasado un artículo sobre la repercusión de esta guerra en nuestra comarca ribagorzana. No hice, sin embargo, referencia en esa colaboración a “Viaje por el Alto Aragón. Noviembre del año 1794”, que en 1997 publicó en la editorial La Val de Onsera el recientemente fallecido León J. Buil Giral. En estas líneas voy a centrarme en dicho libro y en las páginas que en él se dedican a nuestra villa de Graus.

En “Viaje por el Alto Aragón”, y tras una muy interesante y necesaria introducción, León Buil transcribe, con algunas notas a pie de página, un informe manuscrito que se halla en la Biblioteca de Palacio y del que el historiador Ricardo del Arco dio la primera noticia. Aunque Buil no lo precisa, suponemos que se trata de la Biblioteca del Palacio Real de Madrid, lugar de residencia de los reyes de España en aquel tiempo. El informe relata, a modo de diario, un viaje realizado por el Alto Aragón en el mes de noviembre de 1794. Aunque el francés Max Dumas, en su “La vie rurale dans le haut Aragón oriental” de 1976, atribuye el informe al Teniente visitador Bernardo López, León Buil argumenta que su autor fue probablemente Francisco de Zamora, que actuaría como enviado real para informar del estado de las defensas en las poblaciones altoaragonesas, sobre todo en las pirenaicas y más próximas a la frontera, con motivo de la Guerra contra la Convención que se había declarado en el mes de marzo del año anterior. El informante, que parece ajeno a la geografía aragonesa y posiblemente fuera de origen castellano, muestra una cierta formación ilustrada y estaría dotado de una fortaleza física notable, pues realiza en un mes un intenso y rápido viaje por los difíciles e incómodos caminos de herradura de aquel tiempo. Sus principales preocupaciones son informar de la situación del ejército en los lugares donde hay guarnición y constatar sobre el terreno los medios económicos y defensivos aprovechables en caso de que la guerra llegara a extenderse. No menos importante es comprobar “la receptividad que encontrarían entre la tropa, y entre los paisanos, las doctrinas de la Convención y la adhesión a la religión católica y a su Católica Majestad”.

El viaje se inicia el día 1 de noviembre en Monzón y termina en Jaca el día 30 de ese mismo mes. El comisionado real llega a Graus el 10 de noviembre, procedente de Barbastro, desde donde dice que se tarda seis horas en llegar a nuestra villa, tras hacer una parada en Artasona y pasar por La Puebla de Castro. Las notas que escribe sobre Graus muestran cierto desorden y hay alguna información no del todo comprensible. Hay que tener en cuenta que, según explica León Buil en su prólogo, el texto parece tener al menos dos amanuenses y uno de ellos escribe con ortografía y caligrafía bastante deficientes. Con la intención de que su lectura resulte más fácil y comprensible, he ordenado aquí las notas de manera algo diferente a como aparecen en el informe, y he entrecomillado sus transcripciones literales.

Se dice de Graus que “tiene 400 vecinos”, que hay que entender como casas o familias, y que estos son “bastante aplicados e industriosos”. Sobre su ubicación, el informante escribe que “esta villa está situada al pie de un elevado y escarpado monte, entre el cual y el río Ésera está el pueblo”, que “por eso es muy corto para edificios” y carece de ellos. Pero, “aunque está encerrado entre montes”, tiene delante “una veguita bien arbolada de moreras que la hacen agradable”. Estas moreras, que “se plantan en las lindes de los campos a seis pasos”, no se podan, sino que sólo “se limpia lo seco” y, “si no se hielan, se hacen eternas y dan mucho”. De ellas se extraía bastante seda a través de la cría de gusanos. Esta pequeña industria perduró hasta años más tarde en algunos pueblos de la comarca. Así ocurrió en Torres del Obispo, como indica el historiador local Ramón Burrel en su historia del lugar publicada en 1899.

De otros productos agrícolas fundamentales, se dice que en Graus “el vino abunda mucho, se coge algún aceite” y “le falta trigo”. También habla de las patatas y explica que “fueron los alemanes que cultivaron la mina de cobalto” quienes “introdujeron en Benasque y en Plan el uso de las trufas o criadillas que han sacado el hambre en esta montaña”. Como bien matiza León Buil en una nota a pie de página, el término para referirse a las patatas no debería ser trufas sino “trunfas”, que es como las gentes de la zona llamaban hasta hace bien poco a las patatas. El cultivo de la patata, que sustituyó en buena medida al de los nabos, se extendió por las zonas de montaña altoaragonesas en el último tercio del siglo XVIII, y fue probablemente decisivo para erradicar el hambre todavía bastante frecuente en estas regiones. Sobre la ganadería solo se dice en el informe que “trashuman los ganados de los montes de Aragón a la tierra baja y la lana es de última”. Lo cual parece significar que se trataba de una lana de fibra corta que se utilizaba en tejidos bastos.

El enviado real escribe que “en una hora de circunferencia de Graus hay 19 o 20 lugares de 15 o 20 casas”. Deduce de ello que “así la agricultura está en buen pie”, a pesar del “mal terreno y no tan buen temple como la tierra baja”. Y concluye, según el criterio general de los ilustrados españoles, que “esto indica que la montaña de Aragón es lo más poblado de este Reino”. Es posible que, como hace notar el editor en su nota, eso no se ajustara ya a la realidad, pues según los censos de la época los lugares más poblados se encontraban en la vegas de los ríos. Tal vez la abundancia de pequeños pueblos muy próximos entre sí pudiera hacer pensar en una mayor población en las zonas de montaña, aunque estas, obviamente, estaban entonces mucho más pobladas que en la actualidad.

En lo industrial, el informe destaca que en Graus “hay muchas fábricas de aguardiente que llevan a Reus”, hasta donde hay “cuatro días de camino”. También había dos acequias: “una del Ésera para los molinos y huertos, y otra de otro arroyo para los papeleros”. De estos, dice que “hay uno y se va a hacer otro”. De hecho, unos cincuenta años más tarde, en el famoso Diccionario de Madoz de mediados del siglo XIX, se recoge la existencia en Graus de varios molinos harineros, dos fábricas de papel y una máquina para aserrar madera. Francisco de Zamora (aceptemos como tal la identidad del viajero) también indica que en la villa “hay algunos curtidores que trabajan bien con corteza de quejigo” y que “las piezas las traen de Barcelona”. Como señala Buil en una nota, se traían pieles en bruto que, una vez secas, eran curtidas en Graus con sales de alumbre y extractos de quejigo, fabricándose badanas, cordobanes y suelas. Las cortezas de roble o quejigo se usaban para la preparación de taninos, sustancias orgánicas que servían para convertir en cuero las pieles crudas de animales. El viajero anota también que en Graus “hay un proyecto para elevar la acequia del Ésera, con lo que se aumentará el riego y la proporción [de agua] para las fábricas”.

La descripción física de Graus es algo breve y apresurada: “Las calles son bastante buenas para pueblo, y la plaza graciosa”. “Hay un convento de dominicos, con una iglesia y portada de buen tiempo”. “El puente de arriba lo arruinaron los franceses en la Guerra de Sucesión, pero sin embargo es fácil y útil recomponerlo, el otro es bueno”. En la Guerra de Sucesión, que tuvo lugar en España a principios de ese siglo XVIII, Graus tomó partido por el Archiduque austriaco y fue ocupado por las tropas borbónicas que lo saquearon y causaron, entre otros destrozos, el del citado puente de Arriba. Sin embargo, este ya estaba arreglado en época de Madoz, pues en su Diccionario se citan los dos puentes de sillería existentes sobre el río Ésera en los dos extremos de la villa.

El informador real indica que “hay una iglesia, la Virgen de la Peña, y sobre la peña está un peñón amenazando de ruina que llaman el Morral”. Y sentencia: “Destruirá Graus y quizá no tardará mucho”. Añade que “la ermita de la Virgen no vale nada”. Y queda aquí la duda de si se refiere, como parece, a lo que una línea antes ha llamado iglesia o alude a la actual ermita de San Pedro o a alguna otra tal vez hoy desconocida. Hay que tener en cuenta, por otro lado, que el interés del informante no sigue en ningún caso criterios estéticos o artísticos, como ya hemos visto con el uso del único adjetivo “graciosa” con que se refiere a la plaza grausina, sino casi exclusivamente militares y defensivos en caso de guerra. Así se pone de manifiesto cuando, después de hacer una escueta referencia a que en la villa “predicó San Vicente Ferrer”, señala que “hubo castillo sobre Graus y estuvo cercado: todo lo hemos abandonado y todo no servirá para detener al enemigo”.

El comisionado real destaca que “son singulares los edificios en Graus que se reducen a unas paredes de adobes”, que tienen “una duración de cinco siglos”. También señala que “hay aulas de estudio de gramática” y que “esto se puede mejorar aprovechando el edificio de los jesuitas que no tiene destino y se hundirá”. Y añade: “Graus por su situación y lugar del contorno podía tener un buen colegio de educación”.

En cuanto a la historia del pueblo, en las breves notas se recoge que “se han hallado en Graus algunas monedas romanas en tanta abundancia que se llegaron a fundir por los caldereros”. Se añade que “la voz Graus, gradus, indica que les sirvió a ellos”. Parece querer decir que a los romanos les sirvió el lugar, que les fue grato, de su agrado. En otra nota se dice que “en lo antiguo Graus fue comerciante; le llamaban edoseta; y decían, de los de Graus, guardaus”. No he oído nunca el término “edoseta”, ignoro si Graus fue llamado así en otros tiempos o si se trata de una transcripción errónea de otra palabra, pero tampoco se me ocurre cuál pudiera ser.

Sobre las personas que el comisionado conoció y visitó en Graus, destaca sobremanera Don Vicente Heredia Bardají (que él escribe Bardagí). Transcribo íntegras las notas que se dedican en el informe a este ilustrado grausino, naturalista, autor de varios libros y catedrático de la Universidad de Huesca: “Vi algunas casas y vecinos en Graus y son de buena educación y estado”. “Vi en casa de Vicente Heredia: Essai sur Mineralogie des Monts-Pirenees, suivé de un catalogue des Plantes observées dans cette chain de montagnes. Paris chez Di (…) 1681”. “Graus era muy pobre hasta que se introdujo la aplicación e industria. Todo se debe a Don Vicente Heredia. Este tiene una huerta regada con la cuerda infinita”. Según León Buil, la cuerda infinita sería una noria circular de cangilones. Es obvio, por otro lado, que sorprende gratamente al viajero ilustrado encontrar un libro de ciencia escrito en francés en casa de don Vicente.

Además de a Vicente Heredia, el enviado real trató en Graus a “Don Antonio Altamir y Cistué, Hermano de la Orden, a Doña Josefa Bardagí y al Barón de San Román”. Parece claro que el apellido del primero sería Altemir y no Altamir, como se transcribe en las notas. Un poco más abajo se añade que “el ingeniero bizco que conoce mejor los Pirineos se llama Don Josef Talk” y que “el brigadier bueno es Don Landelino Colens”.

Francisco de Zamora añade una escueta pero elocuente nota sobre la tibia religiosidad de los grausinos y la receptividad de estos ante posibles movilizaciones en caso de hacerlas la guerra necesarias: “Sobre mi objeto nótese: Que no oyen misa, etc. Que el paisanaje está propicio y que serviría bien manejado con tino”.

El siguiente día, 11 de noviembre, todavía estuvo en Graus el comisionado durante toda la mañana. Se dedicó a informarse sobre el asunto militar que tanto le importaba y, más, habida cuenta de que la villa contaba en ese periodo de guerra con una pequeña guarnición militar. Primero visitó el Hospital Militar: “Por la mañana vi en Graus el Hospital Militar que está en casa que fue de los jesuitas: es capaz el edificio y medianamente cuidado”. Luego añade la parte más crítica de su informe: “Otro de los desórdenes del ejército es el cobrar raciones y no tener caballos, o al menos por lo que cobran. Pero lo que tiene estropeado y agraviado al país es el que estos oficiales que cobran raciones, sacan bagajes; y los sacan otros para mujeres, algunas putas, y los sargentos y otras clases deben ir a pie en sus cuerpos”. O sea, que los oficiales cobraban para que el ejército tuviera caballos pero ellos se lo gastaban en mujeres y, por esa causa, los sargentos, cabos y soldados tenían que ir a pie.

A mediodía, el viajero salió de Graus en dirección al norte: “Después de haber comido, salí de Graus para Campo que dista seis horas. Vi a la derecha el lugar de Torre de Ésera y a su izquierda Torre de Bato [sic], ambos pueblos de 18 casas”. Luego pasó por Perrarruga [sic], Santa Liestra y Murillo de Campo (así denominado y no Murillo de Liena) y continuó subiendo hasta el valle de Benasque donde, por su condición fronteriza, demoró algo más su estancia y elaboró un informe más extenso. Después, el recorrido continuó por el norte en dirección al oeste hasta terminar, un mes más tarde de haberse iniciado, el día 30 de noviembre de 1794 en la ciudad de Jaca.

Carlos Bravo Suárez

(Artículo publicado en El Llibré de las Fiestas de Graus 2016)


UN VERANO CHINO

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Un verano chino”. Javier Reverte. Plaza & Janés. 2015. 256 páginas.

Javier Reverte (Madrid, 1944) es posiblemente el mejor escritor español actual de literatura de viajes. Son magníficos los relatos de sus recorridos por Centroamérica, África, Grecia, el Amazonas, Alaska, Irlanda o Roma, algunos de los cuales han sido reseñados en esta sección. Su libro más reciente es “Un verano chino” que, con el subtítulo de “Viaje a un país sin pasado”, ha sido publicado como es habitual por Plaza & Janés .

Javier Reverte, que ya había estado en China en dos breves visitas anteriores, en 1978 y 1987, realizó en 2012 un largo viaje de dos de meses que ha recogido ahora en forma de libro. Acompañan al escritor madrileño su amigo catalán Pere Boix y la simpática guía local Xiao, una joven a quien desagrada su país de origen (“Mi país es feo de cojones”) y que dice sentir más atracción sexual por las mujeres que por los hombres, aunque a lo largo del libro se comprobará que eso no parece del todo cierto. El viaje se inicia en Pekín y termina en Shangai, y tiene como objeto principal seguir el curso del río Yangtsé, el cuarto más largo de la Tierra, tras el Amazonas, el Nilo y el Missouri-Mississipi. Como ya vimos antes con el Congo, el Amazonas o el Yukon, Reverte muestra de nuevo su interés particular, casi fijación, por los grandes ríos y, en especial, por sus desembocaduras. “Hay pocos lugares en donde pueda sentirse con tal intensidad la hermosura del mundo y la vehemencia del existir como en el violento encuentro de un gran río con un inmenso océano”.

Si Pekín era en 1978 una urbe pobre, de humildes casas bajas en que la gente se desplazaba andando, en carromatos o en vetustos autobuses de fabricación rusa y en 1987 estaba invadida por millones de bicicletas; en 2012, la capital china es una gran urbe que ronda los veinte millones de habitantes, con enormes rascacielos, puentes, grandes avenidas y abundancia de coches de reciente matriculación, en su mayoría japoneses, y modernos y potentes autobuses. El viajero constata que ahora en el tráfico de las grandes ciudades chinas reina el caos y la ley del más fuerte, con la prioridad de los vehículos más grandes sobre los pequeños. Así, cruzar la calle se convierte en una peligrosa aventura porque la preferencia nunca es del peatón y los policías de tráfico suelen ser meras figuras decorativas. “En China la única policía que se toma en serio su trabajo es la política”.

Burlando los controles policiales, Reverte y sus compañeros penetraron en el Tíbet, casi siempre cerrado al tránsito de los turistas, para acercarse al nacimiento del Yangtsé, casi el único lugar en que el río se libra de la contaminación, una constante creciente en el país, tanto en las aguas de los ríos como en los cielos de las grandes ciudades. Siguiendo el curso del Yangtsé, cuya traducción literal al español sería “río largo”, los viajeros visitan las impresionantes gargantas del Salto del Tigre, con los rápidos más peligrosos del planeta. Después, el río se domestica y su ribera se llena de monstruosas e infernales megalópolis (“Hay ciudades en las que no ves el sol ni cuando sale”) hasta su hermosa desembocadura en el Pacífico.

Tras la lectura del libro, queda claro que la China actual no atrae para nada a Javier Reverte. La sociedad china, salvo alguna cultura minoritaria de aquel inmenso país, parece haberse entregado con desmedida y ciega sumisión al progreso y al desarrollo incontrolados, sin que parezca importarle demasiado el coste que eso pueda tener en el futuro. Eso sí, en China hay ya muchísimos millonarios a quienes gusta exhibir el lujo y tener amantes como corresponde al nuevo estatus. En Pekín y Shangai hay más ferrarisque en cualquier capital occidental y no eres nadie si no tienes un iPhone de última generación. Pese a ello, Reverte constata que los chinos carecen de educación, se cuelan por la cara siempre que pueden y siguen escupiendo con descaro y alevosía a cualquier hora por las calles.

Como es habitual, Javier Reverte ilustra su viaje con didácticos pasajes referidos a diversos episodios de la historia reciente del país: la revuelta de los bóxers, la guerra civil entre Mao Tsé Tung y Chiang Kai-shek, la guerra chino-japonesa y las horribles matanzas cometidas por los nipones o la vida de Mao y los años del maoísmo. También siguiendo su costumbre, hay en “Un verano chino” algunas referencias literarias, destacando las del libro que en los años veinte del pasado siglo escribió sobre su estancia en China el escritor estadounidense Somerset Maugham.

En resumen, otro interesante y ameno libro de viaje de Javier Reverte. Aunque esta vez el país visitado, salvo la singular y “menos china” ciudad de Shangai, no ha logrado seducir al escritor y viajero.

Carlos Bravo Suárez


APÓSTOLES Y ASESINOS

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Apóstoles y asesinos”. Antonio Soler. Galaxia Gutenberg. 2016. 440 páginas.

“Apóstoles y asesinos” es la última novela de Antonio Soler (Málaga, 1956). El escritor malagueño es autor de una docena de obras narrativas, entre las que destacan “Las bailarinas muertas” (Premio Herralde y Premio de la Crítica en 1996), “El camino de los ingleses” (Premio Nadal en 2004) o su penúltima novela “Una historia violenta” (2013). Ahora, con “Apóstoles y asesinos” Soler recrea la vida del mítico líder anarcosindicalista catalán Salvador Seguí (1886 – 1923), más conocido como El noi del sucre. Y, de paso y de manera muy documentada, nos presenta un extraordinario friso social de la Barcelona convulsa, obrera y violenta de las dos primeras décadas del siglo XX.

Podríamos decir con bastante propiedad que “Apóstoles y asesinos” es un libro de historia contado como una novela. Y que se lee con la fluidez y amenidad de una buena novela. El narrador es el propio autor y cuenta su relato en tercera persona, mirando hacia atrás desde los tiempos actuales. A pesar de algunas, tal vez sorprendentes, referencias por similitud a Johnny Deep, Scorsese o Coppola, el narrador apenas opina y busca y consigue la mayor objetividad y el máximo rigor histórico en su relato. El eje central es la vida de El noi del sucre, pero son muchos los personajes que aparecen en la novela y algunos adquieren un gran protagonismo. Así ocurre con tres grandes figuras de la política catalana de la época: Lluís Companys, Francesc Layret y Ángel Pestaña. Con los dos primeros mantuvo Seguí relaciones de amistad y compartió destino trágico. Como Pestaña, militó en el anarcosindicalismo y en la CNT; aunque ambos pasaron de un inicial distanciamiento personal a una coincidencia en el alejamiento y rechazo de la violencia y una progresiva aproximación a la política.

Porque el libro muestra también la evolución sindical de Salvador Seguí, desde sus radicales posiciones juveniles a unos postulados cada vez más pacíficos y conciliadores. Sin abandonar jamás su compromiso obrero y la defensa inquebrantable de los derechos de su clase social, entendió la inutilidad de la violencia y de la acción directa de algunos de sus correligionarios y consideró que la liberación obrera debía estar indisolublemente unida a la formación cultural de los trabajadores. Él mismo, pese a sus humildes orígenes y su oficio de pintor de paredes, fue un buen lector, un hombre de una elocuencia proverbial y un colaborador asiduo de la prensa anarcosindicalista de la época. Si hubiera llegado a participar en política, como hizo posteriormente su compañero Pestaña, es algo que su muerte violenta nos impidió saber. La muerte de Seguí está anunciada por el narrador desde el inicio del libro y son magistrales las páginas en que se narra su asesinato en las calles del Raval barcelonés.

La otra gran protagonista de “Apóstoles y asesinos” es Barcelona, una ciudad absolutamente convulsa y violenta en ese periodo inicial del siglo XX. Una ciudad industrial donde prendió como en ningún otro lugar la llama del anarquismo y donde los asesinatos callejeros se sucedían a diario, tanto por causa de la feroz represión gubernamental, dirigida por personajes tan siniestros como Martínez Anido o Miguel Arlegui, como por los pistoleros a sueldo del sindicalismo amarillo o de algunos anarquistas aficionados a los atentados con pistola o bomba. Una imparable espiral de violencia y sangre. El libro cuenta los episodios que se suceden en la ciudad o la repercusión e influencia que en ella tienen los ocurridos en otros lugares: el incipiente catalanismo de la Lliga Regionalista, la Primera Guerra Mundial, la larga huelga de La Canadiense, la Semana Trágica, la Revolución rusa, la aplicación de la ley de fugas, el nacimiento de la FAI o los momentos previos a la inminente dictadura del general Primo de Rivera. El relato apenas abandona la ciudad condal. Sólo visita Mahón, en la isla de Menorca, donde Seguí y otros anarquistas fueron deportados por un tiempo, o acompaña a Madrid a los anarquistas catalanes que van a asesinar al entonces presidente del gobierno Eduardo Dato.

La dicotomía del título del libro muestra la doble cara del anarquismo español. La tremenda violencia urbana de esos años en la ciudad condal preludia y ayuda a entender mejor la posterior Guerra Civil española y su inusitada crueldad. Antonio Soler cuenta con oficio literario y rigor histórico un periodo importante de nuestro pasado. La vida de Salvador Seguí sirve para presentar de manera bastante completa el contexto histórico del momento y la cruenta realidad social de la Barcelona obrera del primer cuarto del siglo XX.

Carlos Bravo Suárez

SUEÑOS DE TRENES

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Sueños de trenes”. Denis Johnson. Literatura Random House. 2015. 144 páginas.

Denis Johnson (Munich, 1949) es en la actualidad un verdadero escritor de culto en Estados Unidos. Nacido accidentalmente en Munich, se crió en Tokio, Manila y Washington y vive actualmente entre Idaho y Arizona, con su familia, alejado de los medios de comunicación y sin conceder apenas entrevistas. Johnson es autor de una obra literaria heterogénea y variada que incluye novelas, libros de relatos y teatro. Destacan sus novelas “Árbol de humo” (National Book Award 2007), “Que nadie se mueva” o “El nombre del mundo” y su colección de relatos “Hijo de Jesús”, de la que en 1999 se hizo una película que los principales diarios norteamericanos consideraron entre las diez mejores de ese año. En 2015 publicó su novela corta “Sueños de trenes”, que hoy reseñamos en esta sección, y acaba de publicar su última novela “Los monstruos que ríen”, ambientada en África y recién editada en España también por Literatura Random House. Ambas están traducidas por Javier Calvo.

“Sueños de trenes” es una narración breve que puede -y casi debe- leerse de un tirón en pocas horas. Cuenta la vida de Robert Grainier, desde su nacimiento en 1893 hasta su muerte en 1968. Grainier es un sufrido pionero, jornalero en la construcción de los ferrocarriles del norte estadounidense próximo a Canadá, cortador de árboles en los grandes bosques, trabajador de aserraderos, que vive en poblados efímeros construidos a pie de obra, que convive con tipos duros y egoístas (“te invito a beber si no tienes dinero, pero no esperes que te salve la vida si, con ello, la mía entra en riesgo”)ycon indios alcoholizados. Siempre en trabajos de riesgo y esfuerzo físico, que dejan poco tiempo para pensar e incluso para estar triste. Y eso que Grainier pierde a su mujer y su hija en un devastador incendio que arrasa la región. Un hombre corriente que, a pesar de sus duros trabajos, sólo logra ser dueño de una cabaña con un trozo de tierra, un par de caballos y una carreta. Que supera las desgracias y adversidades con un estoicismo y una dignidad que rozan el nihilismo. Cuya única celebridad entrevista fugazmente fue Elvis Presley, que pasó una vez raudo y veloz en un vagón privado por la estación en que él trabajaba. Grainier encarna toda una época de esforzada lucha contra la naturaleza en la conquista y domesticación de los grandes espacios, que supuso la construcción de un país nuevo y moderno. Una época que termina con él: “Y de pronto todo se volvió negro y aquella época desapareció para siempre”.

Johnson resume admirablemente toda una vida, siempre pobre y modesta, en 144 páginas. Su prosa es sobria y contenida, pero trabajada, pulida y prístina, buscando las frases justas para dar con pocas palabras una idea amplia, sin florituras superfluas ni sentimentalismos, pero con intención profunda y lograda agudeza de estilo. Salvo en el propio Granier, profundiza poco en el resto de personajes, sólo importantes por su acercamiento al personaje principal y protagonista exclusivo del libro. Describe con pocos trazos, aunque con gran belleza literaria, los grandes paisajes del noroeste estadounidense, los bosques, las nubes, su cabaña, los efectos del gran incendio que le arrebató a su mujer y su hija. Hay humor en algún pasaje del relato, como cuando Grainier se encuentra con un hombre que dice haber sido disparado por su perro. La novela empieza sin presentación previa de los personajes, cuando un grupo de jornaleros de la construcción del ferrocarril se dispone a tirar de un puente abajo a un chino que también trabaja en la obra. Hay pasajes de posible realismo mágico -algún crítico ha hablado de nihilismo mágico-, sobre todo en las referencias a la chica-lobo que se mezclan con las alucinaciones del solitario Grainier.

Son muchas las influencias o conexiones literarias que pueden establecerse respecto a esta novela. A mí me ha recordado a la magnífica "Butcher's Crossing”, de John Williams, que reseñamos aquí no hace mucho y me gustó aún más que esta. La crítica ha vinculado “Sueños de trenes” con las novelas de Herman Melville, Nathaniel Hawthorne o Cormac MacCharty, y hasta con las películas de Terrence Malick o las baladas de Johnny Cash y otros grandes autores de la música country norteamericana.

“Sueños de trenes” es una magnífica novela corta, densa, bien escrita y muy entretenida; pero triste y cargada de un profundo sentimiento trágico de la vida.

Carlos Bravo Suárez

LOS CUENTOS DE AMOR DE JUNICHIRO TANIZAKI

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Editada una antología de relatos del escritor japonés en el cincuentenario de su muerte.


Junichiro Tanizaki (Tokio, 1886 – Yugawara, 1965) es uno de los mejores escritores de la literatura japonesa contemporánea. Con Yasunari Kawabata, Yukio Mishima y Kobo Abe, compone el gran cuarteto de la literatura nipona del siglo XX. El conjunto de la producción de Tanikazi alcanza los treinta volúmenes e incluye novelas, relatos, obras dramáticas, ensayos, obras críticas y traducciones, entre ellas las dos que realizó al japonés moderno del gran clásico “El relato de Genji”, de la dama medieval Murasaki Shikibu. Durante cincuenta años, Tanizaki se dedicó en cuerpo y alma a la literatura, con una perseverancia ejemplar, superando iniciales problemas con la censura y alcanzando finalmente un enorme reconocimiento, tanto en su país, donde se lo galardonó con la Medalla de Cultura, como en los Estados Unidos, donde en 1964 fue elegido miembro de honor de la Academia de las Artes y las Letras.

Con motivo de la celebración el pasado año del cincuentenario de la muerte de Tanizaki, la editorial Alfaguara ha publicado en nuestro país una espléndida antología de algunos de sus mejores relatos con el título de “Cuentos de amor”, en una magnífica edición de Carlos Rubio, que ha realizado la selección y firma un completo y didáctico estudio preliminar. La traducción ha corrido a cargo de Akihiro Yano y Twiggy Hirota Estrada. El libro puede ser una buena manera de introducirse en la obra de un escritor que figura, sin duda, en la nómina de los mejores de la literatura universal contemporánea.

“Cuentos de amor” reúne once relatos de Junichiro Tanizaki. Son de diferente extensión y abarcan veintiséis años (1910 – 1936) de la larga y fecunda vida literaria del escritor. Tres han sido, según Rubio, los criterios seguidos en la selección de los relatos: la variedad e interés para el lector moderno, su representatividad en el tratamiento del gran tema del amor en la obra del autor y la condición de inéditas en español de algunas de las narraciones. En ellos, pueden observarse los dos Tanikazis que se distinguen en la introducción del libro: el que en su juventud muestra rendida admiración por lo occidental y el que cultiva exclusivamente asuntos y ambientes japoneses. En términos geográficos se corresponden aproximadamente con un Tanizaki de Tokio y Yokohama, en la región Kanto, y otro de la zona Kioto-Osaka-Kobe, en la llamada región Kansai. Hay un Tanizaki algunas de cuyas heroínas llevan falda, van al cine y bailan ritmos occidentales y otro cuyas heroínas llevan kimono, van al teatro kabuki y prefieren las músicas y tradiciones niponas. En esta antología se recogen sus temas preferentes: el fetichismo, el deseo, la fascinación por la belleza destructora, la caprichosa crueldad de la mujer amada, el refinado erotismo, el ideal de la madre perdida, la cotidianidad doméstica o la pasión amorosa transgresora de las normas imperantes.

El tema del amor no es casi nunca convencional en Tanikazi. Por el contrario, muestra preferencia, y así se observa en casi todos estos cuentos, por las conductas amorosas poco ortodoxas, que en ocasiones casi podríamos calificar como subversivas. Así lo dice Carlos Rubio recorriendo uno a uno los cuentos del libro: “No hay nada más opuesto al tratamiento edulcorado del amor o a las formas más cándidas de novela rosa que la naturaleza amatoria de la narrativa de Tanikazi. Amor destructor en forma de araña asesina de hombres (“Tatuaje”) o de mujer fatal (“El mechón”) o de encanallamiento (“El guapo”), travestismo (“El secreto”), sadismo (“El caso del baño Yanagi”), fetichismo (“Los pies de Fumiko” y “La flor azul”), abandono (“El fulgor de un trapo viejo”), masoquismo (“El caso Crippen a la japonesa”), castidad (“El segador de cañas”), vacío del amor (“La gata, el amo y sus mujeres”), coprofilia (“Los jóvenes”)... perversiones, groseras unas, sutiles otras, todas humanas, del tema universal y eterno del amor". Mención especial puede hacerse del relato “El segador de cañas”, donde se presenta un triángulo amoroso entre un hombre y dos hermanas, una situación vívida personalmente por el autor en su primer matrimonio. Hay otros ingredientes en estos cuentos de Tanikazi: preciosas descripciones, algunas dosis de novela negra, intriga y suspense y, sobre todo, belleza literaria a raudales.

Terminaré diciendo que este libro, de lectura hipnótica y absorbente como pocos, ha supuesto para mí el deslumbrante descubrimiento de un gran escritor. Espero que se traduzcan al español nuevas obras suyas que se sumen a las ediciones ya existentes, que ahora mismo no son demasiado fáciles de encontrar.

Cuentos de amor”. Junichiro Tanizaki. Alfaguara. 2016. 320 páginas.

Carlos Bravo Suárez

LA MUJER DE LA LIBRETA ROJA

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“La mujer de la libreta roja” es la primera novela de Antoine Laurian publicada en España. Laurian es un escritor francés, nacido a principios de los años sesenta, que ha publicado seis novelas en su país. La más destacada es “Le chapeau de Mitterrand”, editada en 2012, que obtuvo un gran éxito de ventas y recibió varios importantes premios en el país vecino. En 2014, publicó “La mujer de la libreta roja”, también muy vendida en Francia y editada aquí recientemente por Salamandra, con traducción al español de Palmira Feixas Guillamet. Laurian acaba de publicar “Rhapsodie française”, no editada por el momento en nuestro país.

“La mujer de la libreta roja” es una breve novela urbana. Una entretenida, ingeniosa y divertida narración con una equilibrada y poco convencional mezcla de fina trama romántica y emocionante intriga detectivesca. Una historia ligera, inteligente, amena y refrescante que, aunque a veces parece bordear ambas cosas, no cae en ningún momento en la cursilería ni el sentimentalismo superfluo. Escrita con una prosa elegante, clara y sencilla, directa y sin apenas diálogos, está dotada de una interesante estructura literaria de ida y vuelta y es un ejemplo de novela ligera que, sin ser ni mucho menos una obra maestra, rebosa calidad, sutileza y buen gusto y está dirigida a un amplio público lector.

Al volver por la noche a su casa, una mujer, cotizada restauradora de arte especializada en marcos dorados, sufre el robo de su bolso por parte de un ladrón desconocido. Como consecuencia de los golpes recibidos en el forcejeo, al día siguiente tiene que ingresar en un hospital en el que se va recuperando de una pasajera falta de memoria. Mientras tanto, un antiguo banquero que, separado, con una hija adolescente y harto de su vida pasada, ha puesto en marcha una pequeña librería en el centro de París, encuentra el bolso robado sobre un contenedor de basura próximo a su establecimiento. Ante el poco caso que la policía hace a su intento de denuncia, decide llevarse el bolso a su casa. Buscando infructuosamente la identidad de su dueña, extrae de su interior diversos objetos femeninos entre los que se encuentra una pequeña libreta roja con una serie de anotaciones, pensamientos y recuerdos personales que no puede evitar leer. Tras conseguir finalmente, y de manera algo rocambolesca, averiguar la identidad y la dirección de la propietaria, lleva el bolso a su domicilio, donde se lo entrega a un amigo de la mujer que se encuentra en ese momento en la casa. Aunque su impetuosa hija lo espolea para que vuelva a buscarla, el librero decide abandonar el asunto pese a que la desconocida mujer se ha ido apoderando cada vez más de su pensamiento. Cuando ya recuperada salga del hospital, será ella la que intente seguir la pista del hombre que devolvió su bolso, aunque no sepa muy bien adónde dirigirse.

La novela transcurre íntegramente en París, ciudad de la que se cita un buen número de calles, plazas, cafés y librerías, y contiene numerosas referencias literarias. La más interesante y original es la de Patrick Modiano: el escritor parisino (Premio Nobel de Literatura en 2014) realiza en el relato lo que, si este fuera una película, llamaríamos, aunque sea redundante, un fugaz cameo. Los dos personajes principales son inteligentes, cultos y refinados; representantes de una clase media parisina ilustrada y urbana. También lo es, de manera más atrevida y vehemente, la extrovertida hija del librero, capaz de hacer pasar a su padre por un ligue para dar envidia a sus amigas.

Aunque, como ya se ha dicho, alejada por completo de la narrativa rosa, “La mujer de la libreta roja” es, en buena medida, una novela romántica. El amor surge aquí de imaginar al otro sin conocerlo, de reconstruir su personalidad a través de algunos objetos y de pequeños rastros, con esa nostalgia de lo posible de la que habla Pessoa. Un juego de espejos, de casualidades y azares, de deseos interiores y miedo a la decepción, de intercambio de papeles, de líneas de trayectoria invertida, que se acercan y se alejan y parece, como bien podría haber sucedido, que nunca vayan a encontrarse.

En resumen, una novela sutil, agradable y bien construida, con una sorprendente mezcla de sencillez y sofisticación, carente tal vez de otras pretensiones que las de entretener y divertir, que se lee en un momento y deja en el lector un buen sabor de boca. Y un autor al que habrá que estar atentos, por si alguna más de sus novelas, como sería deseable, se traduce pronto a nuestro idioma.

La mujer de la libreta roja”. Antoine Laurian. Salamandra. 2016. 160 páginas.

Carlos Bravo Suárez


EL SILENCIO DE LA CIUDAD BLANCA

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El silencio de la ciudad blanca”. Eva García Sáenz de Urturi. Planeta. 2016. 480 páginas.

Siguiendo la estela de las novelas de la “Trilogía del Baztán”, de Dolores Redondo, o de “Puerto escondido”, de María Oruña, que combinan con acierto y eficacia una intrigante trama policiaca con una minuciosa y precisa ambientación geográfica en Navarra y Cantabria respectivamente, la escritora alavesa Eva García Sáenz de Urturi ha conseguido otro enorme éxito literario con “El silencio de la ciudad blanca”, un logrado trhiller sobre unos asesinatos en serie ocurridos en diferentes lugares históricos de la ciudad de Vitoria, donde la capital alavesa adquiere un protagonismo tan importante como el de quienes investigan o son sospechosos de esos espantosos crímenes.

Eva García Sáenz de Urturi, nacida en Vitoria en 1972, vive desde los quince años en Alicante y es diplomada en Óptica y Optometría, materia en la que ha trabajado en varias empresas y en la universidad alicantina. Es autora de “La saga de los longevos” (La esfera de los libros, 2012), que se convirtió en un inesperado fenómeno literario y obtuvo, en su traducción al inglés, un considerable éxito en Reino Unido, Estados Unidos y Australia. Más tarde publicó la novela histórica “Pasaje a Tahití” (Espasa, 2014), que pasó más desapercibida. Con “El silencio de la ciudad blanca”, la escritora alavesa se ha colocado durante meses en los primeros puestos de los libros más vendidos en nuestro país.

“El silencio de la ciudad blanca” es una novela que engancha desde el primer momento y que se lee con enorme interés de principio a fin. La intriga está muy conseguida y bien dosificada, los giros inesperados son continuos y diversas las líneas de investigación, con distintos sospechosos que pronto dejan de serlo y que convierten la lectura en un ejercicio absorbente e intenso. En el mes de agosto, durante las fiestas de la Virgen Blanca, se cometen en Vitoria varios asesinatos dobles cuyas víctimas aparecen en lugares emblemáticos de la arquitectura y la historia locales. Se trata en todos los casos de dos víctimas de distinto sexo y de la misma edad, siempre terminada en cero o en cinco, con la misma posición de los cuerpos muertos, que parecen acariciarse las mejillas, y todas ellas con algún apellido compuesto, del tipo del segundo de la autora del libro. Estos nuevos crímenes parecen ser prolongación de otra serie idéntica que se cometió veinte años antes en la ciudad y coinciden con la salida de la cárcel, con unos días de permiso, del supuesto autor de aquellos siniestros asesinatos: Tasio Ortiz de Zárate, que fue detenido por su hermano gemelo Ignacio, entonces policía al frente de la investigación. Parece obvio que Tasio no ha podido cometer estos nuevos crímenes, aunque muchos creen que ha podido instigarlos o dirigirlos desde la cárcel.

La novela está contada en primera persona por Unai López de Ayala, uno de los policías encargados del caso. Un personaje atormentado por la pérdida de su mujer embarazada en un accidente de circulación. Importante papel tienen también en el relato su compañera Estíbaliz, con quien comparte investigación, y su jefa Alba, con la que mantendrá una relación intensa, complicada y ambigua. Los tres personajes, así como el abuelo y, en menor medida, el cuñado de Unai, además de los hermanos Ortiz de Zárate y varios sospechosos de los asesinatos, están bastante logrados y aportan solidez narrativa a la compleja trama del libro.

Aunque la mayor parte de la novela transcurre en el presente y se centra en la investigación de los crímenes cometidos, se narra paralelamente otra interesante historia del pasado, ambientada en los años setenta, que confluirá finalmente con la historia principal contribuyendo a entender su desenlace. La novela crea así una intriga enrevesada, un puzzle con numerosas piezas y muchos personajes, un engranaje complicado y bien construido que mantiene al lector en vilo hasta el último momento.

Protagonista principal de la narración es la ciudad de Vitoria y varios emplazamientos de la provincia de Álava, con alguna escapada mínima a Pamplona o San Sebastián. Las víctima aparecen en distintos lugares de la capital alavesa, siguiendo un orden histórico-cronológico en los edificios en que se descubren los muertos, desde la prehistoria al siglo XIX, pasando por construcciones medievales y renacentistas de la ciudad.

Escrita en una prosa sencilla, fácil y fluida, con un repartido equilibrio entre narración y diálogos, “El silencio de la ciudad blanca” es una novela efectista cuya lectura resultará apasionante sin duda para un buen número de lectores.

Carlos Bravo Suárez


DE GISTAÍN A SALINAS DE SIN POR EL GR-19

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El Centro Excursionista de la Ribagorza, con sede en Graus, ha programado para el domingo 20 de noviembre una nueva excursión que se inscribe dentro de la iniciativa “Aragón a pie por GR”, auspiciada por la FAM. En este caso, se trata de una actividad ya clásica que el club organiza cada año en estas fechas otoñales y que consiste en una excursión matinal y una posterior comida en un restaurante próximo al itinerario elegido. Antes de la comida de hermandad, que tenemos intención de celebrar en el Mesón de Salinas, los participantes recorreremos en alrededor de seis horas, a ritmo tranquilo y con algunas paradas, los aproximadamente 15 km del tramo del sobrarbense GR-19 que une las localidades de Gistaín o Chistén y Salinas de Sin.
Tras el desplazamiento desde Graus en autobús, iniciaremos nuestra excursión en el núcleo de Gistaín o Chistén, situado a 1420 m. de altitud. Desde el pueblo, tendremos unas magníficas vistas de varias peñas del macizo de Cotiella que durante siglos han funcionado como reloj solar para los chistavinos. De este a oeste, son las llamadas peñas de las Diez, las Once, Mediodía y la Una. Además de la de la iglesia parroquial, tiene Chistén dos bonitas torres de planta cuadrada: las de las casas Tardán y Rins. Tras atravesar el pueblo, saldremos de él por la llamada Fuen de Ciella. Siempre siguiendo las marcas rojiblancas del GR-19, y en dirección al oeste, ascenderemos por un camino ancho hacia el llamado barranco Foricón. Atrás dejaremos magníficas vistas de Chisten y de Plan, abajo, en el fondo del valle. Después de una corta subida, seguiremos un camino en suave bajada hacia Feneplán y el barranco del Mon, que normalmente cruzaremos por piedras sin problemas. Siempre con hermosas vistas, entre bojes y robles primero y luego por prados y bordas, en algo más de una hora llegaremos a Serveto (1306 m.) que, junto a Señés y Sin, constituyen los tres pueblos de La Comuna.
Destaca en Serveto, donde hay una placa dedicada al aragonés universal Miguel Servet, la torre cuadrangular de su iglesia de San Félix. Desde Serveto a Sin hay unos dos kilómetros y el GR-19 transcurre en buena parte por la carretera que une ambos pueblos. Junto al cruce entre el GR-19 y el inicio del ramal del GR-19.1 que lleva a Bielsa por el collado de la Cruz de Guardia, estaba la antigua ermita de Santa Lucía, donde se reunían los representantes de la Comuna para tomar las decisiones importantes. Sin tiene interesantes construcciones tradicionales y una magnífica iglesia parroquial.
Desde Sin (1260 m.), el GR-19 inicia una fuerte, aunque corta, subida que va atajando la pista -otra opción- que asciende hasta el Plan de Sebillún, una zona de verdes prados con magníficas vistas que se halla a 1384 m. y constituye el punto más elevado de nuestro recorrido. Desde allí iniciamos un rápido y pronunciado descenso hasta Salinas de Sin (800 m.) por el llamado camino de Escarto. Pasadas las casas de una urbanización hidroeléctrica, llegamos a la confluencia de los ríos Cinca y Cinqueta y, tras cruzar la carretera por un puente, terminaremos nuestro itinerario en el Mesón de Salinas.
Datos útiles
La salida en autobús para acudir a la excursión se ha programado a las 7.00 horas en la glorieta Joaquín Costa de Graus. El inicio de la caminata está previsto a las 8.45 y se prolongara durante unas cinco horas y media, sin contar paradas. El precio es de 14 € para los socios del CER y de 17 € para los no socios. Los no federados deberán abonar 2,5 € en concepto de seguro de excursión obligatorio. La comida en el Mesón de Salinas tiene un precio de 15€.
Las inscripciones pueden realizarse a través del correo electrónico centro.excursionista.ribagorza@hotmail.com, o de los teléfonos 696 86 73 42 (Carlos) y 667 20 97 74 (Ana).

Carlos Bravo Suárez
Presidente del Centro Excursionista Ribagorza

(Artículo publicado hoy en el suplemento "Aragón, un país de montañas", de Heraldo de Aragón)

Fotos: Entrando en Serveto; bajando del plan de Sebillún a Salinas; vista de Gistaín desde el camino; Sin, Señés y Serveto, los tres pueblos de la Comuna, desde el plan de Sebillún; camino de Gistaín a Sin; vista de Sin desde el plan de Sebillún, Sin y el camino de subida al plan de Sebillún.   


LOS BOSQUES IMANTADOS

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“Los bosques imantados” es una novela sorprendente y atípica. Su autor es Juan Vico (Badalona, 1975), licenciado en comunicación audiovisual y máster en Teoría de la Literatura. Colaborador en diversos medios de comunicación, fue redactor de la revista literaria Quimera y es autor de los libros de poesía “Víspera de ayer” (2005), “Still Life” (2011) y “Balada de Molly Sinclair (2014), el libro de relatos “El claustro rojo” (2014) y las novelas “Hobo” (2012) y “El teatro de la luz”” (2013). Con la publicación de su reciente novela “Los bosques imantados” por la editorial Seix Barral, el escritor badalonés ha dado un importante salto en la mayor difusión y conocimiento de su obra literaria.

“Los bosques imantados” presenta un interesante caso de enfrentamiento entre ciencia y superstición, entre racionalidad y falsas creencias populares. En el verano de 1870, en el bosque de Samiel, a las afueras de Saint-Boffon, un pequeño pueblo de la Francia rural, se reúnen centenares de curiosos, devotos, médiums, magos y periodistas para asistir a un fenómeno único y sin parangón. Durante la noche del 10 de julio, se va a producir un eclipse de luna que va a aumentar las supuestas propiedades magnéticas y curativas que, según la tradición, posee ese inmenso bosque. Entre los periodistas desplazados al lugar figura Victor Blum, corresponsal del diario El Siécle y hombre escéptico y empeñado en una cruzada personal contra la superchería, el engaño y el fraude pseudocientífico tan frecuentes en aquel tiempo. Blum se convierte en el protagonista de la novela y luchará por desenmascarar las falsas teorías del mesmerismos y del magnetismo animal, defendidas y propagadas por un oscuro personaje llamado Locusto, al que pocos han visto pero cuya aparición estelar para curar a los enfermos todos esperan en la mágica noche del eclipse. En el siglo XIX, cuando mucha gente dejó de creer en Dios, afloraron estas teorías que se relacionaron con la hipnosis y que defendían la existencia de un fluido magnético que podía ser manipulado para acabar con algunas enfermedades extrañas. Victor Blum es, sin embargo, admirador y biógrafo del mago francés Robert-Houdin, auténtico mago que explica racionalmente cada uno de sus trucos y cuya existencia real está, según ha explicado el propio Juan Vico en alguna entrevista, en la base de la génesis de su libro.

La novela explica la llegada de Victor Blum a Saint-Boffon tras un largo viaje en diligencia -donde coincide con un enigmático interlocutor- , su relación con sus colegas de la prensa parisina también desplazados hasta allí y con algunos personajes del pueblo que le irán descubriendo un extraño y misterioso pasado, en el que se incluyen algunos episodios aparentemente paranormales, ocurridos a las mujeres de la casa en que se hospeda el periodista, que no ha sido aceptado en el principal establecimiento hotelero de la localidad. A aumentar el misterio y la intriga contribuyen varios hechos ocurridos en el pueblo antes de la noche del eclipse: el asalto nocturno que sufre el propio Blum, la enigmática profanación de la iglesia parroquial de Saint-Boffon y el asesinato de uno de los periodistas venidos de París. Vico presenta un interesante elenco de variados personajes, descritos con certera verosimilitud realista, y combina con acierto la novela de misterio y el genero detectivesco. La novela mezcla en dosis equilibradas la acción, los diálogos, el suspense y la información que algunos de los personajes aportan sobre el mesmerismo, el magnetismo, la hipnosis o las diversas creencias falsamente científicas que tanto fascinan a la masa y que Blum intenta combatir y desenmascarar de todas las maneras posibles. A eso se puede añadir la importancia creciente de la prensa en el tramo final del siglo XIX y la manipulación de la información y los diferentes enfoques y versiones que dan de la misma noticia los distintos periódicos de la época, según la ideología imperante en cada uno de ellos.

Juan Vico escribe con precisión y elegancia; aportando mucha información, pero sin perderse en alardes vacíos ni innecesarias florituras de estilo. En muchos momentos, añade a la seriedad del relato buenas dosis de un fino sentido del humor, que eclosiona ruidosamente en el momento cumbre del relato. “Los bosques imantados” es una novela de lectura muy recomendable y Juan Vico una prometedora figura de la nueva narrativa española.

Los bosques imantados”. Juan Vico. Seix Barral. 2016. 224 páginas.

Carlos Bravo Suárez

CAMINAR Y LEER

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Caminar”. William Hazlitt y Robert Louis Stevenson. Nórdica Libros. 2015. 96 páginas.

Dos textos del siglo XIX que unen las pasiones de pasear y leer

Leer y caminar son dos de mis principales aficiones. Por eso, me llamó la atención este librito, publicado el pasado año por la editorial Nórdica, que reúne dos breves textos de dos destacados escritores británicos del siglo XIX: “De las excursiones a pie”, de William Hazlitt, y “Caminatas”, de Robert Louis Stevenson, traducidos del inglés por Enrique Maldonado Roldán. Tratan ambos sobre la devoción que estos dos autores tenían por la práctica de las caminatas, preferentemente en solitario. El opúsculo se completa con un estupendo prólogo de Juan Marqués.

William Hazlitt (1778 – 1830) fue un célebre escritor inglés, autor de ensayos humanísticos y críticas literarias. Ha sido considerado como el mejor crítico literario británico después de Samuel Johnson, sobre todo en lo que al análisis y estudio de las obras de Shakespeare se refiere. Robert Louis Stevenson (Edimburgo, 1850 – Samoa Occidental, 1894) es uno de los más grandes escritores de todos los tiempos. Autor de novelas excepcionales como “La isla del tesoro” o “El extraño caso del doctor Jekyll y el señor Hyde”, sus restos mortales reposan en la isla de Samoa, donde terminó sus días y era conocido como Tusitala (“el contador de historias”) por los nativos del lugar.

En el prólogo del libro, Juan Marqués establece una interesante diferencia entre pasear y caminar: “Pasear es un entretenimiento distinguido, burgués, ocioso, elegante...; caminar es más bien algo instintivo, natural, salvaje. Pasear es un rito civil, y caminar es un acto animal. Pasear es algo social, y caminar algo más bien selvático, aunque sea por las calles de una ciudad. El que pasea se imagina paseando, o gusta de observarse según la perspectiva de los otros; el que camina es, en ese sentido, extrovertido, solo le importa el afuera. El que pasea coquetea diciendo que sale a buscarse a sí mismo, a conversar machadianamente con uno mismo, a reencontrarse o reconstruirse...; el que camina tampoco sabe nada pero por lo menos ya ha alcanzado a darse cuenta de que hay poco que escarbar dentro de sí, y rastrea vorazmente el exterior, las calles, los campos, los cielos. […] Caminar es algo que está decisivamente relacionado con la independencia y con la libertad”. Marqués establece también la estrecha relación entre las caminatas y la lectura y escribe que es “incomprensible no llevarse libros a los viajes”. Los dos autores de los textos, sobre todo Hazlitt, coinciden en que uno de los mayores placeres tras una solitaria caminata es, además de la cena, la lectura de un buen libro en la posada.

El texto de Hazlitt es anterior al de Stevenson y este glosa a aquel en buena parte de su escrito. Ambos son partidarios de caminar en soledad, pues cualquier conversación puede estropear, salvo en algún caso excepcional, el disfrute del camino. “Una de las experiencias más placenteras de la vida es una excursión a pie. Eso sí, prefiero hacerlas a solas. Puedo disfrutar de la compañía en un salón, pero al aire libre la naturaleza es compañía suficiente para mí. Nunca me hallo en estos momentos menos solo que cuando me encuentro a solas”.“No es posible leer el libro de la naturaleza con la continua molestia de traducirlo para beneficio de otros”.Sólo de una temática le resultaría agradable a Hazlitt conversar en una excursión: de lo que uno tomará de cena al llegar por la noche a la posada. El anonimato en la posada o el alejamiento de la ciudad proporciona una plenitud de los sentidos y una intensa sensación de libertad. El caminante busca la calma y la tranquilidad de la naturaleza frente a las prisas y urgencias del mundo moderno.

Como se ha dicho, Stevenson ratifica en su texto “Caminatas” las afirmaciones de Hazlitt, añadiendo algunas sensaciones placenteras, como las de perder la noción del tiempo y abandonar cualquier consulta al reloj cuando se camina o disfrutar de las paradas, incluso fumándose una buena pipa. En lo único que discrepa del ensayista y crítico es en saltar o correr durante las excursiones, pues las alteraciones en el paso aceleran la respiración, rompen el ritmo, no son agradables para el cuerpo y “distraen e irritan la mente”.

“Caminar” es un librito ameno, entretenido y jugoso, que hay que situar en su contexto del siglo XIX. Lástima que su excesiva brevedad haga que su lectura sepa a poco.

Carlos Bravo Suárez


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